Si la calidad y el éxito de una obra teatral se miden por los aplausos y por la entrega del público, la compañía «Rosario Trabanco» tiene superada la prueba después de su actuación del pasado domingo, en Candás. Y si se valoran la buena interpretación y la puesta en escena del trabajo, entonces su resultado es sobresaliente.

La compañía gijonesa estrenaba «Barájoles col difultu», un texto teatral original de José Ramón Oliva, presente, de nuevo, en el certamen candasín. Muchos esperábamos la presencia de «Rosario Trabanco» y su elenco de actores en el Salón y no defraudaron las expectativas. Buena la dirección e interpretación de Lisardo Suárez, que lleva el peso de la obra con su papel protagonista, aunque pase en estado catatónico gran parte de la misma. También es memorable el trabajo de Elisa Álvarez, lo que la convierte, una vez más, en una de las secundarias de lujo en el Salón de Candás y en el teatro costumbrista asturiano.

Pero el actor más esperado y elque consigue mejorar cualquier libreto, por bueno que sea, es Chema Puerto. No sería de extrañar que el jurado, cuyos componentes aún desconocemos, lo eligiera por segundo año consecutivo como mejor actor del certamen, otorgándole un nuevo «Aurora». También es posible que esta obra sume algún otro premio en la gala del próximo 2 de septiembre. Chema Puerto tiene presencia en el escenario y un indudable carisma. Es extraordinario su trabajo en la construcción de sus personajes. Y gusta al público, al que conquista en cuanto aparece. El joven está fraguando una buena carrera interpretativa que lo sitúa como uno de los mejores cómicos de la escena asturiana. En cuanto a la obra, asistimos a una nueva creación del prestigioso Oliva. Antón es un soltero, ya entrado en años, que vive solo y con un par de sobrinos que apenas le visitan. Ellos y sus respectivas suegras aparecen en escena tras la llamada del viejo, que quiere anunciar un cambio de planes en su herencia. Presionan a Antón después de descubrir que el dinero y las tierras no serán para ellos y, finalmente, algo inesperado trastoca la tranquilidad de todos.

No hay duda de que el público se divirtió y disfrutó con la obra. Lo demostraron los continuos aplausos y las risas a lo largo de los dos actos que componen la pieza. Los momentos más memorables, sin duda, los protagonizaron intentando esconder al muerto mientras hacían creer al respetable que estaba tan vivo. Al final, la razón puso a cada uno en su sitio.

Y ya nos acercamos al ecuador del Salón con presencia este año de un montón de estrellas reflejadas en el telón del Prendes. Son las que se encuentra el público que asiste cada noche a la sesiones de teatro. Hay caras conocidas, otras habituales y que asisten todos los años y los hay que se asoman por primera vez al costumbrismo asturiano y se quedan.