Pravia, Ignacio PULIDO

El actor Carlos Martínez (Pravia, 1955) pensaba que el arte del mimo era el no va más hasta que un invidente le abrió los ojos. «Un ciego acudió a una de mis actuaciones. Al finalizar, se acercó a saludarme. Me hizo comprender que no podía llegar a todo el mundo por muy bien que lo hiciese», comenta. Esta y otras vivencias y reflexiones de casi tres décadas sobre los escenarios nutren el libro «Desde el camerino», publicado hace unas semanas.

Pravia fue cuna de Carlos Martínez. Sin embargo, con apenas 12 años de edad, su familia se trasladó a Barcelona, donde pronto pasó a formar parte de los círculos teatrales. Siempre tuvo claro lo que quería ser. «Me marcho a Barcelona y seré actor», les dijo a sus amigos de la infancia. Tras ser integrante de un grupo de teatro amateur se formó en las escuelas de arte dramático Taller del mimo y teatro contemporáneo y El Timbal. Su primera actuación en solitario, en 1982, fue el impulso definitivo para seguir adelante con sus sueños. «Barcelona me ofreció la oportunidad de formarme. De todos modos, lo que realmente te enseña son las tablas».

A Carlos Martínez le sobran tablas. Ha interpretado sus espectáculos en varios continentes. Asimismo, imparte clases magistrales en varias universidades y escuelas de interpretación y ofrece seminarios en los que instruye a empresarios de alto nivel sobre la importancia de la comunicación no verbal y del lenguaje corporal. «Tengo especial cariño hacia un proyecto que llevé a cabo en Alemania del Este, en el que trabaje con sordos», subraya. Allí elevó el arte del mimo hasta unas cotas insospechadas. «Enseñé a actuar a un chico que era sordo e invidente. Fue algo único», afirma.

«Desde el camerino» es un viaje a lo oculto, a los minutos previos a cada actuación. «El camerino posee una gran importancia. Debería ser una asignatura obligatoria en las escuelas de arte dramático», sostiene el artista. El libro contiene decenas de fotografías que muestran el antes, el durante y el después de una actuación. Carlos Martínez emplea una hora en ponerse el maquillaje y diez segundos en retirarlo. El mimo señala que «el arte se nutre del silencio, pero no todo el silencio es arte». Al final de sus actuaciones, el artista, sin maquillaje, habla con el público; «es como un volcán».

«Antes tenía tendencia a contar las sillas que estaban vacías durante mis actuaciones», reconoce. Ahora, en cambio, prefiere hacer un recuento de «los sofás que han quedado vacíos en las casas. Que la gente abandone la tele y acuda el teatro es algo estupendo», afirma.

Actualmente, Carlos Martínez trabaja en el espectáculo «Libros sin palabras», en el que interpreta pasajes de conocidas obras literarias que la gente trata de identificar. «Está funcionando muy bien». También está embarcado en el proyecto «Espejismo», sobre el problema del agua en el mundo, que se estrenará en Zurich el 14 de enero.