Perlora,

Braulio FERNÁNDEZ

«A finales de los 60, la Ciudad de Vacaciones llegaba a tener 150.000 estancias durante el verano», recuerdan Miguel Ángel Faes Álvarez y José Adolfo Iglesias, dos de los más veteranos trabajadores de la residencia turística, cerrada en 2006. Iglesias comenzó su actividad profesional de administración en el año 1966, mientras que Faes lo hizo en la cocina en el 68. Eran otros tiempos, en los que «se trabajaban 14 horas y había que levantarse a las dos de la madrugada para encender las cocinas de carbón», como recuerda Faes. Pero merecía la pena porque, como reconocen ambos, «éramos una gran familia, con una relación muy estrecha con los visitantes». Ahora, cinco años después del cierre de la ciudad y por primera vez, los trabajadores se han juntado de nuevo para comer en el restaurante Hotel Piedra de la parroquia carreñense.

Hasta 180 trabajadores llegaron ayer a Perlora desde diferentes puntos de la geografía asturiana, algunos de los cuales llevaban décadas sin verse. «Hay gente que no veo desde hace 40 años», reconocía Faes emocionado. Él estuvo trabajando en Perlora precisamente cuatro décadas, hasta el cierre del recinto el 21 de noviembre de 2006. Ahora, cinco años después, es momento de retrospectiva. «La ciudad lo tiene todo, pero cinco años de abandono hacen mella», asegura. «Perlora cerró y Carreño se vino abajo, eso lo han notado todos, y he ahí la importancia de la ciudad para el concejo».

Les gustaría ver la residencia de nuevo activa, recuperando el esplendor vivido, aunque reconocen que actualmente es imposible. Si bien nadie les roba la oportunidad de recordar juntos la llegada de la gente el 15 de junio y las despedidas del 5 de octubre, cuando se cerraba la temporada. «Era un lujo, con pensión completa, servicio en mesa en dos comedores, guarderías infantiles, y de todo, menos trabajo para los visitantes, que venían exclusivamente a descansar y se les llevaba de excursión por toda Asturias», dice Iglesias. En los casi 300 chalés de Perlora trabajaban más de cien personas, aunque sólo 70 de ellas eran fijas, cifra que descendió con el paso de los años. «Al final las siglas nos dividieron», reconoce Faes. De hecho, creen que se podía haber evitado el cierre «con el apoyo del pueblo».