La próxima semana se cumple un trágico aniversario. El 26 de enero de 1840, hace 172 años, que no es tanto tiempo, una tremenda galerna se llevó a 96 pescadores de Candás, con lo que la pequeña villa marinera quedó diezmada de hombres y llena de viudas y huérfanos. Es algo que Candás no olvida. Parece un tópico de cualquier pueblo marinero, pero detrás de él hay hombres, mujeres y niños con nombres y apellidos que un día esperaban a alguien que no regresó jamás. Una tragedia de tales dimensiones hubiese llenado páginas y páginas de los diarios y horas de televisión. Se harían hasta películas. En la capital de Carreño lo recordaron el sábado con una misa y rezaron a su Cristo, a ese que la leyenda dice que encontraron los marineros en aguas irlandesas. Los candasinos son así, emotivos, sentimentales, bonachones y esforzados, sufridores pero también con su coña. Desde aquellas negras fechas de mediados del XIX se creó un dicho que no es por grandonismo sino por solidaridad, ese que dice que «Gijón es un barrio de Candás». Muchas familias de Cimavilla acogieron a viudas y huérfanos candasinos.