Los Corros (Siero),

Lucas BLANCO

Desarrollar una actividad gratificante e intentar desmentir algunos clichés que desprestigian la imagen de las generaciones jóvenes. Ése es el objetivo que desde su nacimiento, hace unos 20 años, ha perseguido la asociación juvenil Esperteyu del pueblo sierense de Los Corros, que, como muestra de su espíritu activo, se trasladará el día 18 de este mes al Sahara para formar a varias mujeres del campamento de Auserd.

La iniciativa, cuyos orígenes datan de hace una década, consiste en un programa de voluntariado por el cual cuatro de los miembros de la asociación de la parroquia de Feleches se desplazan durante un mes al Sahara. Su misión es impartir un curso de formación de animadores de tiempo libre destinado a mujeres nativas que ya han terminado sus estudios, con el objetivo de darles una ocupación y al mismo tiempo fomentar la actividad en los centros educativos de la zona.

En esta ocasión, los miembros que pasarán unos 30 días durmiendo en jaimas y compartiendo los hábitos de vida de los saharauis serán Azaila Fernández, Christian Calabrese, Pilar Díaz y Florencia Paz. Esta última será la única debutante del grupo, ya que los otros tres ya vivieron la experiencia el año pasado. «Es algo gratificante para ellos y a nosotros nos ayuda a ver la vida de otro modo», señala Azaila Fernández, que aún recuerda cómo comenzó su andadura en el proyecto. «Nosotros formamos parte de la tercera generación de un proyecto que fue la principal condición que nos pusieron para tomar el relevo de la asociación juvenil», destaca la joven sierense.

A pesar de tratarse de una actividad ya consolidada, los recortes de ayudas procedentes de la Administración llegaron a poner en peligro la viabilidad del programa, que sobrevivió gracias al dinamismo de los cien socios del colectivo. «Recibíamos unos 4.000 euros por parte del Instituto de la Juventud, pero tras su desaparición nos quedamos sin la ayuda y tuvimos que buscarnos la vida», indica el socio Christian Calabrese, que, no obstante, asegura haber sacado conclusiones positivas de la ausencia de ayudas. «Nos hizo reaccionar y organizar multitud de actividades como actuaciones musicales o cursos de malabares que sirvieron para pagar los billetes y sentirnos más orgullosos de nuestro trabajo», afirma un joven que, como sus compañeros de aventura, considera que el tiempo libre no sólo existe para ser dedicado al ocio.