Candás,

Ana Paz PAREDES

No deja de resultar curioso el orden extremo de cada uno de los muchos objetos que, cada cual con su propia historia y razón de ser y estar, forman parte de la vida diaria de José María García Burgos, y que pueblan prácticamente todos los rincones de su casa en Candás. Su casa es un museo, nunca mejor dicho. Cada rincón es una historia y cada estantería, un homenaje a un pasado que, desde hace años, rescata del olvido.

Hace cinco años le regalaron un libro de cocina que «era un réplica del «Manual clásico de cocina recetario 1950» (Sección Femenina) y empecé mi primera colección, en este caso, de libros de cocina. Eso sí, originales, que no me gustan las réplicas. A partir de ahí empecé a comprar ediciones anteriores a 1975», dice, al tiempo que sostiene como una joya un original del «Ramillete del ama de casa», escrito por María Josefa de las Alas Pumarino y firmado por ella con el seudónimo de Nieves.

La segunda colección fue de objetos de estética. En su cuarto de baño hay secadores de diversas épocas; jabones, colonias y frascos de perfume a cual más llamativo tanto por su antigüedad como por su belleza; utensilios de farmacia; una gran colección de maquinillas de afeitar y papel higiénico, no sólo del elefante, también del hipopótamo, el avestruz y el tigre.

«Yo soy un coleccionista, no un acumulador sin sentido», afirma, y al tiempo recuerda a su amigo Pancho, a quien conoció hace cinco años en el rastro de Gijón. «Le estoy muy agradecido, me ha enseñado mucho», dice.

Y es que visitar su casa es entrar en una especie de parque temático del recuerdo donde resulta imposible citar todo cuanto colecciona: máquinas fotográficas, juguetes de varias generaciones con algunas piezas que son auténtica joyas; cientos de fotografías antiguas y postales; proyectores de cine; vasos, frascos, conjuntos de café y té, relojes de cuco; películas; relojes de pared y de pulsera; viejos anuncios publicitarios, miniaturas, muñecas; monedas, platos, ceniceros, llaveros, bolígrafos y plumas, una botas de fútbol de 1920; una butaca del teatro Jovellanos, barcos marineros por considerarse candasín de los pies a la cabeza y dos sevillanas en honor a su padres, andaluces. Esto apenas es nada. Con el nick de «candas66» tiene en venta varios artículos de su colección en la página www.todocoleccion.net. «La gente no valora las cosas viejas y, si lo hacen ahora, es porque hay interés económico», sentencia.