La Plaza (Teverga),

Lorena VALDÉS

«Kike, ¿un pinchín de tortilla para empezar el día con alegría?». Enrique Álvarez Moro es el señor cura de Teverga, pero en los chigres es uno más. Desde que llegó hace hoy seis meses al concejo para ocuparse de 15 parroquias, entre ellas la de la colegiata, este sacerdote gijonés de 30 años tuvo claro que si los fieles no iban a la iglesia él se acercaría a ellos. «Se puede y se debe predicar en el bar», afirma rotundo mientras elogia a la cocinera por la tortilla que acaba de probar: «Buenísima». El cura interrumpe otro bocado para saludar a la cartera, que también le llama por su diminutivo. «Aquí soy Kike para todos, menos para algunas señoras mayores que me llaman "curín"», confiesa.

Tras licenciarse en Filología Hispánica, Enrique Álvarez Moro ingresó en el Seminario de Oviedo en 2004. «Hacía mucho tiempo que Dios me llamaba para ser sacerdote, pero yo acallaba esa llamada con otras cosas como mis estudios. Considero que es importante tener una formación y por eso decidí matricularme en la Universidad antes de emprender el camino sacerdotal», declara el párroco. El 5 de junio del año pasado se ordenó sacerdote y tres meses después llegaba a Teverga para iniciar su primera labor pastoral, una misión que compagina con las clases de Religión que imparte en el Colegio López y Vicuña de Gijón.

Tras tomarse su café con leche y su pincho de tortilla, el cura de Teverga se mete en su coche Seat Ibiza de color gris oscuro para ir a hacer una visita a una anciana en la zona rural. Son poco más de las diez de la mañana y el sol aún calienta tímidamente, así que el párroco se abriga con una trenca de paño azul. «Siempre llevo clériman para que la gente me identifique, pero eso no quita que encima me ponga una cazadora vaquera, como cualquier joven de mi edad», explica.

Antes de emprender ruta, el sacerdote baja la ventanilla del coche y saluda a los obreros de la colegiata. Esta semana comenzaron los trabajos de rehabilitación del templo románico y a Enrique Álvarez Moro le gusta pensar que ha sido «un cura edificante»: «Celebrar misa en la colegiata era un peligro, los fieles iban a comulgar mirando al techo por temor a que se cayese alguna piedra. Es importante que a este templo se le conozca por el románico de sus paredes y no solamente por las momias, que fueron unas bestias».

Al cura de Teverga le gusta «caleyar», y a sus parroquianos, que lo haga. «El otro día una mujer a la que le encanta que vaya vestido de sacerdote me dijo: «¡Aquí está el mi curín, viéndote parece que Cristo vaya por las caleyas!». Ya se lo dijo el que fue obispo auxiliar de Oviedo Atilano Rodríguez a sus padres cuando sólo era un niño. «¡Este crío tien madera de cura!». Y así fue.

A «Kike», como le conocen sus feligreses, le gusta ser uno más en el bar (imagen de la izquierda). Compartir café o caña con sus vecinos y parroquianos no es la única afición de este cura de 30 años al que le encanta la música del grupo mexicano «Maná». «Si me tengo que tomar una copa en la discoteca con un amigo por la noche, me la tomo, pero sin olvidarme de que soy cura y siempre con el objetivo de llevar a Dios a los demás», afirma. En la imagen superior, oficiando una misa en el concejo tevergano, informa L. V.