El Enguilu (Nava),

Franco TORRE

La educación, la producción sidrera y la ecología se dieron ayer la mano en la finca de El Enguilu, en Nava, donde un grupo de 40 alumnos de segundo de la ESO del Instituto Peñamayor participó en la primera jornada del «Proyecto pomarada», con el que se busca poblar este formidable enclave de titularidad pública, de 70.000 metros cuadrados, con distintas especies de manzanos de sidra.

En esta primera etapa del proyecto, impulsado por la Mancomunidad Comarca de la Sidra y por la Agrupación Asturiana de Cosecheros de Manzana de Sidra, Sociedad Cooperativa (Aacomasi), se van a plantar un total de 250 árboles en una parcela de 7.000 metros cuadrados. Entre ellos, se plantarán 177 ejemplares de «amariega», una variedad de manzano que ha sido recomendada recientemente por el Servicio de Investigación y Desarrollo Alimentario (Serida), y que no es frecuente entre las variedades que se cultivan en la región.

Esta condición innovadora encaja con el espíritu del proyecto. Tal y como explica Jorge García, gerente de Aacomasi: «No es una plantación normal, sino que tiene un carácter experimental y con una clara orientación pedagógica». De hecho, en siguientes etapas del proyecto se prevé impartir cursos prácticos de poda y fruticultura, además de realizar jornadas divulgativas.

Profundizando en este carácter innovador y didáctico, los alumnos del Peñamayor se encargaron ayer de plantar los primeros ejemplares de «amariega» en la finca, tarea en la que fueron asesorados por los propios operarios de Aacomasi.

«Es una experiencia rara, pero muy fácil. Me ha gustado», comenta tras plantar un ejemplar la alumna Sara Marcos, que había logrado enraizar un árbol con ayuda de su compañero Gonzalo Posada.

De hecho, los alumnos tenían a su cargo la parte más gratificante del trabajo, ya que los operarios habían cavado previamente los hoyos en los que irían colocados los árboles. «De primeras era mucho lío, creo que les daba un poco de vergüenza. Pero ahora no hay más que mirarlos, que todos quieren repetir. ¡Si hasta se pegan por coger la pala!», comenta con humor Moisés Lafuente, uno de los operarios.

Y es que la plantación era bastante sencilla, tal y como lo explica el alumno Rodrigo Martínez: «Lo más complicado es colocar bien el injerto, el punto en el que se unen la raíz y el tallo. Debe ir a ras de tierra y mirando al sur». Una vez colocado, todo consiste en ir echando palas de tierra, asegurándose de que queda compacta y el árbol se sujeta. Aunque esto también tenía su cosa: «Yo al principio colocaba mal la pierna y me costaba echar la tierra, pero ya me he hecho a ello», revela Nacho Montes. «Ahora tengo que acordarme de dónde lo he plantado para volver a verlo», apostilla el alumno.