Nava,

Mariola MENÉNDEZ

Jorge Pérez es un polifacético chileno de nacimiento al que la profesión de diplomático de su padre le hizo viajar, con el resto de la familia, por medio mundo. Tras muchas vueltas, hace unos meses se asentó en Nava. Los conocimientos que aprendió en la India sobre el yoga le permitieron escribir varios libros acerca de la técnica para introducir una espada por la boca, permanecer sumergido en el agua, los trucos de los faquires para escupir fuego, conseguir ser levantado por unos ganchos prendidos en los hombros o clavarse agujas sin dolor. También cultiva sus dotes como pintor.

Pero una de las facetas más llamativas de Jorge Pérez es la de inventor. Cuenta que se lo debe a su padre, pues siempre les decía a él y a sus hermanos que «se puede hacer todo lo que se quiera, es cuestión de querer». El último proyecto en el que se ha embarcado Pérez está pensado para los lugares más pobres de Latinoamérica, donde el calor no permite que se den el ajo, las patatas o la zanahoria, según dice. «He conseguido que se den en el agua, no en la tierra», afirma.

Lleva varios años experimentando y afirma que se precisan tres cuartos de agua corriente, un cuarto de destilada, que puede ser de lluvia, y cinco o seis gotas de agua oxigenada. Agrega que «lo más importante es cambiarla cada tres días». Considera que ésta puede ser la alternativa cuando el sol reseca y calienta demasiado la tierra, pues sostiene que «es más fácil de enfriar el agua» que el terreno. Pérez destaca que la temperatura óptima debe ser entre 38 y 40 grados y afirma que ha ideado un sistema de refrigeración.

El responsable de este plan explica el caso del crecimiento acuático del ajo por considerar que es más llamativo que el de la patata o la zanahoria. Asegura que «a los quince días comienza a echar raíces y sale un brote, de unos diez o doce centímetros. El diente empieza a ponerse rojizo y después se hincha. Al mes dobla o triplica su tamaño y se abre. Sale una cabecita pequeña de ajo y empieza a crecer. El ajo pare la cabeza». Añade que también ha logrado mejorar la cosecha de tomates enfriando la tierra con un tubo de cobre con nitrógeno y moviéndolo con un motor.

El proyecto llevará a su inventor a visitar en breve las paupérrimas zonas de Monte Cristo, en Ecuador; Cristo Rey, en Colombia, y barrios muy humildes de Santa Cruz, en Bolivia, zonas con las que asegura que también colabora donando ropa.

Éste no es el único invento sorprendente que asegura haber descubierto. Señala que de su mente también han salido un anodino aparato para escuchar por los dientes o una máquina de coser sin hilo.