A los 96 años de edad falleció en Albandi (Carreño) a primeros de mes Isidro Castro Fernández. Su longeva existencia abarcó un convulso capítulo de la historia del socialismo asturiano, que se cierra físicamente con su desaparición. En efecto, Isidro Castro era el último representante de la generación de «socialistas históricos» cuyas vidas, ejemplo de compromiso en la lucha por la democracia y la justicia social, es conveniente no olvidar; y más en los tiempos que corren propensos a tergiversar, cuando no simplemente a borrar, la tan traída y llevada «Memoria Histórica».

Nació en El Ponticu, barrio de Sama de Langreo, el 1 de marzo de 1916. Hijo de Ramona Fernández Díaz y Romualdo Castro Cotino, minero y presidente que fue de la Agrupación Socialista de Las Piezas (Langreo).

Realizó los estudios de Maestría Industrial, interrumpidos por la Guerra Civil y concluidos después de 1943. Previamente había ingresado en la Juventud Socialista de Sama y como tal fue discípulo de José Barreiro en la Escuela Laica (Casa del Pueblo) que éste regentaba desde su fundación a finales de la dictadura de Primo de Rivera. Isidro descuella por su inteligencia y compromiso con el socialismo y así lo reconocen sus compañeros, eligiéndole para participar en las Escuelas Socialistas de Verano que en el lugar de Boquerón de Brañes, situado en la cima del Naranco, cerca de Oviedo, tuvieron lugar sucesivamente los años 1933 y 1934. Participa activamente en la campaña electoral de noviembre de 1933 y en diversos actos de propaganda antifascista organizados por la Juventud Socialista Asturiana a lo largo de esos mismos años.

Tenía 20 años al iniciarse la Guerra Civil en julio de 1936, incorporándose de inmediato al ejército republicano, para acabar ejerciendo de Oficial de Información del Estado Mayor de la VII División del Ejército del Norte. Cae herido (fue declarado mutilado de guerra) y el hundimiento del Frente Norte (20-21 de octubre de 1937) le sorprende ingresado en el Hospital de Sangre de Gijón. Detenido, es trasladado al penal de El Dueso en Santoña (Santander) y posteriormente retornado a Gijón en donde fue puesto en libertad en el año 1941.

Su familia (mujer e hijo) se encontraba en Vinaroz (Castellón), acogida por un hermano de la madre de Isidro. Pero éste no tuvo opción de realizar el traslado, pues fue de nuevo hecho preso el mismo año 1941, permaneciendo en la cárcel hasta ser indultado en 1943. Ingresa entonces en la plantilla de Duro Felguera como analista de laboratorio, lo que le permite recomponer la unidad familiar en la casa de sus padres en El Ponticu. Y, pese a la presión policial, se incorpora inmediatamente al Comité Provincial de la FSA que preside inicialmente Florentino Zapico y, después de la «zapicada» de la primavera de 1946, José Manuel Alonso Paniceres: Castro es en esas circunstancias el responsable de la zona del Nalón. Él y Bienvenido Velasco (Mieres), Marcelino Gutiérrez (Avilés), Antonio Martínez (Oviedo) y otros que lamentablemente han ido cayendo en el olvido mantienen el funcionamiento de la organización, celebran plenos regionales a los que asisten frecuentemente los hombres del Comité de Monte (José Mata, Arístides Llaneza, Manuel Fernández Peón) y conservan los contactos con la Ejecutiva Nacional del PSOE.

La información entre Madrid y Asturias estaba asegurada, según testimonio del propio Isidro Castro, «mediante un enlace oportuno: el ambulante de correos del expreso Madrid-Gijón. En la capital de España, un asturiano deportado, Ladreda (José María Ladreda Valdés), introduce a sus paisanos en la red clandestina». En caso necesario había otros procedimientos: así, por ejemplo, a finales de 1947, estando Isidro en la cárcel, fue su mujer quien asumió la responsabilidad de desplazarse a Madrid «con una propuesta en el forro de su abrigo sobre la evacuación de los guerrilleros, que entrega a Teodomiro Menéndez».

Pero aquella estructura orgánica tan trabajosamente sostenida se vino abajo con motivo de la conmemoración del 1.º de mayo de 1947. Una imprudencia de un militante de Avilés permitió a la policía desarticular la organización clandestina del llano en Asturias. Fueron procesados en Consejo de Guerra y condenados «por el delito de auxilio a la rebelión» veintidós militantes socialistas. Isidro, tras recorrer diversos penales, accede a la libertad condicional en 1950. Para entonces era desde el punto de vista orgánico «un cartucho quemado», en expresión de su hijo José Luis (testimonio telefónico del 13 de noviembre de 2009).

En los años posteriores seguirá prestando apoyo a las organizaciones socialistas, pero desde un segundo plano. Ya en los comienzos de la transición democrática formó parte como vocal de la Comisión Ejecutiva de la FSA-PSOE dirigida por Rafael Fernández Álvarez (año 1977 y primer trimestre de 1978). Con especial emoción recordaba su presencia como delegado de la FSA en el semiclandestino XVII Congreso del PSOE (5 al 8 de diciembre de 1976), celebrado en el Salón Dos Castillas del Hotel Meliá-Castilla (Madrid). Antes había asistido, también en Madrid, al XXX Congreso de la UGT (15 al 18 de abril de 1976), en el que formó parte de la Comisión encargada de redactar el proyecto de estatutos. Y con la devoción y sentido del deber del militante veterano asistió sistemáticamente, mientras la salud se lo ha permitido, a las reuniones del Patronato de la Fundación José Barreiro desde su incorporación al mismo el 12 de febrero de 1992.

Desde esta Fundación y la Federación Socialista Asturiana (FSA-PSOE), nuestro reconocimiento a un socialista ejemplar y el más sentido pésame a la familia de Isidro y a los compañeros de la Agrupación Socialista de Candás a la que perteneció en los últimos tiempos.