Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

Lejos de parecer que pueda aguantar mucho tiempo cerrada, la fábrica de conservas Albo en Candás ya empieza a caerse a pedazos. La señal de alarma la dieron ayer los vecinos, después de que parte de la carga de la fachada se cayese sobre la acera por la que transitan los peatones. Según explica el presidente del colectivo vecinal, Luis Fernández, la caída de la pared se produjo «por sorpresa, sin que se tratase de un día especialmente frío ni lluvioso», lo que a su juicio denota «el mal estado y deterioro progresivo de la pared de este edificio».

La parte de la fábrica que empieza a mostrar signos alarmantes es concretamente el almacén situado frente a las oficinas principales, en la calle Carlos Albo Kay de Candás. Todo el frontal del almacén tiene desde ayer importantes «desconchados», fruto de varios desprendimientos, cuyos restos ya han sido recogidos de la acera por el equipo de limpieza municipal. Su estado es, no obstante, «muy peligroso» para los peatones, según explicó Fernández, por lo que rápidamente se ha solicitado al Ayuntamiento mediante un escrito presentado ante registro que «se demande la correspondiente actuación a la propiedad del inmueble».

Los vecinos apuntan a la empresa de Conservas Hijos de Carlos Albo, algo que ya se hizo hace dos años ante el incremento de roedores en toda la planta conservera. Entonces, el motivo del aumento en la población de ratas se había explicado por el cierre de la empresa, en el verano de 2009, momento desde el cual, según advirtieron desde el Ayuntamiento, no se realizó mantenimiento alguno de las instalaciones.

La misma situación se repite ahora, sin que la empresa esté realizando ningún mantenimiento en sus instalaciones, según revelaron fuentes municipales. El almacén ahora ruinoso está contemplado en el nuevo planeamiento urbano como zona edificable, por lo que la previsión es que en los próximos años se construyan edificios en su lugar, no existiendo ninguna protección especial sobre su fachada. No ocurre lo mismo con la nave que hay frente al almacén, y que sirvió de oficinas a la conservera. Este edificio, de principios del siglo XX, está parcialmente protegido, en lo que respecta a su fachada principal, y deberá conservarse siempre.

El resto de los terrenos propiedad de la empresa conservera, y que se extienden a espaldas de la fachada principal, alcanzando prácticamente el parque de Santarúa, reservan buena parte del espacio a la construcción de un parque fluvial, una vez recuperado el cauce del río Noval, que transcurre por debajo. El Ayuntamiento tiene proyectado para ese patio trasero de Albo un espacio verde. De esta forma, la construcción inmobiliaria se circunscribe a los almacenes que ahora tienen su fachada cayéndose poco a poco.