San Esteban / La Arena,

Ignacio PULIDO

La casualidad quiso que Lide Urreiztieta se reencontrase con un viejo recuerdo familiar. Hace apenas unas semanas, esta mujer afincada en Sara -cerca de San Juan de Luz- buscaba en internet documentación sobre el vapor «Ramonita». Su abuelo, el capitán Joaquín Urreiztieta, navegó a principios del siglo XX a bordo de este buque antes de fundar la naviera Sociedad Anónima Urreiztieta. Entre los enlaces de su buscador apareció el nombre del «Retuerto», un mercante que naufragó el 24 de enero de 1927 en San Esteban de Pravia llevándose consigo la vida de dieciséis tripulantes. Su memoria fue asaltada por viejas anécdotas. El navío siniestrado fue propiedad de su familia y ella quiere ahora promover un homenaje a los fallecidos.

En febrero de 2009, LA NUEVA ESPAÑA recuperó la memoria de la tragedia después de ocho décadas. El naufragio tan sólo era recordado por pocas personas. Ni siquiera el Museo Marítimo de Asturias o el Museo Naval de San Sebastián tenían constancia del siniestro. La crónica de lo sucedido permanecía desgajada en las hemerotecas.

Tras descubrir la magnitud de lo acontecido, Lide Urreiztieta tomó la decisión de viajar a San Esteban de Pravia, para conocer el lugar del naufragio, y a la playa de Los Quebrantos, donde reposa su ancla desde hace unos quince años. Durante su visita pudo verter luz sobre diversos aspectos.

Su abuelo, Joaquín Urreiztieta, fue capitán mercante hasta principios de los años veinte. «Durante una travesía a Inglaterra sufrió una hemiplejia a bordo del "Ramonita" y la parálisis le impidió volver a ponerse al timón», comenta. Sin embargo, fundó una sociedad con los armadores José Rubiera y Mateo Olaso.

Entre sus buques se encontraba el «Retuerto», un vapor de 248 pies de eslora y 32 de manga construido -como «Pierremont»- en 1877 en los astilleros William Gray and Company, de West Hartlepool. En 1899 fue comprado en Hernösand (Suecia) y rebautizado como «Antwerpen». En 1912 fue adquirido por el armador Ghirardi, que lo nombró «Ugo», hasta que, cuatro años más tarde, se trasladó como «Lérida» a Barcelona, donde sirvió a la S. A. Naviera Española. Luego se llamó «Ybai Luze», «Iturri Luze» y, finalmente, «Retuerto», en 1923. Durante su última etapa, cuando ya rondaba el medio siglo de historia, solía cubrir la ruta entre Bilbao y la ría del Nalón.

La mañana del 24 de enero de 1927, el «Retuerto» estuvo amarrado en el puerto de Avilés a la espera de que amainase un temporal. El mal estado de la mar había obligado a tenerlo detenido durante dos días. Su capitán, Eduardo Urain -casado con la gijonesa Filomena Vega-, decidió reemprender la marcha en torno al mediodía, a pesar de las condiciones adversas. Se llegó a señalar que el marino tomó esta decisión tras ser presionado por el consignatario del buque, Cristóbal Méndez Vigo, quien, supuestamente, quería evitar perjuicios económicos.

Los prácticos del puerto murense enviaron un telegrama para evitar que el vapor se hiciese a la mar. Sin embargo, llegó media hora tarde. En torno a las dos de la tarde, el «Retuerto» fue avistado por el vigía Tomás Calvo. A las cinco enfiló la bocana de la ría pero, tras varias maniobras infructuosas, cerró el timón a estribor y recibió de costado un golpe de mar que lo arrastró sobre el bajo del Cáncamo, frente al Garruncho».

Conscientes de lo que estaba sucediendo, los tripulantes se agolparon en la cubierta mientras el capitán dirigía las labores de rescate. Desde tierra, numerosas personas contemplaban horrorizadas la escena. Un nuevo golpe de mar partió su casco por la mitad y precipitó la debacle. El personal de la Junta de Salvamento intentó prestar ayuda con un cañón lanzacabos, pero las cuerdas eran cortas y se rompían. El contramaestre, Diego Santiago, y el marmitón, José Liquerica, consiguieron echar un bote al agua y alejarse de la costa. El vapor «Arnao» acudió en su auxilio salvándoles la vida dos horas después. Mientras, Jovino López, natural de San Esteban, se lanzó al agua y logró rescatar al marinero Edelmiro Lago. Los demás tripulantes perdieron la vida.

El destino quiso que dos hombres se salvasen por casualidad. Se trata del fogonero avilesino José Domínguez, que el día antes había solicitado un permiso para ver a su novia en San Esteban, y del mayordomo Cesáreo Villanueva, que se hallaba en Gijón para examinarse como patrón.

Durante los días posteriores se celebraron diversos funerales y actos de duelo. Del mismo modo, se instruyó un expediente de recompensa a los prácticos del «Arnao». Mientras, el gobernador civil insinuó que la gravedad de lo sucedido se hubiese paliado si el personal de la Junta de Salvamento hubiera estado entrenado.

Los diarios de la época dejaron de publicar información sobre el «Retuerto» el día 9 de febrero. En sus informaciones, señalan que tan sólo fueron recuperados los cadáveres del palero, Belarmino Corés; del segundo maquinista, León Santolaya, y un cuerpo sin identificar.

Hace quince años, Lide viajaba en compañía de su padre, Koldo Itziar Urreiztieta. Ambos charlaban sobre los barcos de la familia y Koldo mencionó por primera vez el «Retuerto». «Me contó por lo alto lo que había sucedido», reconoce y prosigue añadiendo que la tragedia fue un fuerte golpe para su abuelo, que falleció poco después. Ahora, Lide quiere ir más allá. Su objetivo es tratar de localizar a los descendientes de los fallecidos. La tarea se presenta compleja. Once de las víctimas eran solteros. A esto cabe sumar el tiempo transcurrido desde entonces. «Me gustaría promover la colocación de una placa junto al ancla de Los Quebrantos», subraya. La memoria del «Retuerto» recobra su vigencia.