Guimarán-El Valle / Logrezana,

Mónica G. SALAS

«¡Terremoto!», gritan al unísono los niños del aula de Infantil de las escuelas rurales de Guimarán-El Valle. «Es uno de nuestros juegos preferidos», afirma Nely Muñiz, de 4 años. «Tenemos que construir la palabra "terremoto" y luego dar patadas en el suelo», aclara Lucía Vaquero, de 5 años. Al lado, en el aula de Primaria, reina el silencio. Los alumnos de 6 y 7 años aprenden a sumar y a restar, aunque lo que más les gusta «es la asignatura de Plástica», tal y como manifiesta Ana Álvarez, de 7 años. A unos siete kilómetros de allí se encuentran los alumnos de las escuelas de Logrezana, quienes pintan un árbol de Navidad con multitud de colores, al tiempo que cantan villancicos en asturiano.

La de Logrezana y Guimarán-El Valle son las únicas aulas rurales que siguen en funcionamiento en Carreño. Hasta hace bien poco eran tres, pero este curso escolar ha arrancado con una menos. Y es que tras cien años de actividad, el centro de Perlora tuvo que cerrar sus puertas por falta de alumnos -el mínimo son cuatro-. Así las cosas, las dos únicas escuelas rurales que quedan en el concejo luchan por que su huella no se borre.

Como ventajas, los docentes destacan que se pueden hacer actividades conjuntas entre diferentes cursos, los pequeños no tienen que salir de su entorno y el ambiente es más familiar y, por tanto, hay una mayor relación con los padres y los niños. No obstante, también hay inconvenientes: los niños pertenecen a diferentes niveles y los tutores además de profesores son también directores y conserjes. «Estamos un poco solos en ese aspecto y lo tenemos que hacer todo nosotros», dice Héctor Sánchez, docente en Logrezana.

Aun así, los responsables de las escuelas rurales de Carreño creen que son más las ventajas que hay que las desventajas. «Como los niños son de diferentes edades, muchos padres piensan que no salen con los mismos conocimientos que si hubieran ido a un colegio normal, pero no es así», declara Mirta Morán, profesora desde hace veintiocho años en las escuelas de Guimarán-El Valle. «Yo he tenido alumnos que han superado el curso muy bien y otros, en cambio, que han tenido dificultades, pero como en cualquier otro centro escolar», apunta. En este sentido, los docentes de las escuelas consideran que la relación entre diferentes cursos es positiva «tanto para los mayores, ya que se vuelven más responsables, como para los pequeños, que ven en los mayores un modelo a seguir», explica Nely Iglesias, profesora interina en Guimarán-El Valle. Con esa filosofía, los alumnos de ese centro se reúnen todos los lunes para leer juntos. «Los mayores nos leen libros y nosotros les escuchamos», señala Pelayo Rodríguez, de 5 años.

Uno de los aspectos más positivos de las escuelas rurales, según los docentes, es la relación entre éstos y los alumnos. «Es mucho más cercana; yo los veo como si fuesen mis propios hijos», asegura Héctor Sánchez. «Somos como una familia numerosa», resume. También la relación con los padres es diferente a la de otros colegios. «Asisten a las excursiones con nosotros y si una de las madres es, por ejemplo, enfermera, viene y habla con los niños de su profesión», explica Mirta Morán. Todo ello les permite a los tutores poder conocer mejor al alumno y entender sus problemas. Algo que «no suele pasar en el resto de colegios; no porque no se pueda, sino porque son muchos niños y es difícil tener una relación tan estrecha con todos», opina Nely Iglesias.

Las escuelas rurales de Guimarán-El Valle, en funcionamiento desde 1891, tienen dos aulas. Una de Infantil y otra de primer ciclo de Primaria. «Antes estaban todos los niños juntos, pero desde 1990 estamos en clases diferentes», matiza Mirta Morán. En Infantil son doce alumnos, mientras que en Primaria son diez. Todos ellos de diferentes parroquias. «Las escuelas fueron creadas para atender en un principio a Guimarán, El Valle y Ambás, pero hoy en día tenemos a niños de Piedeloro, Pervera o Tamón, entre otras localidades», dice Morán.

Por su parte, en las escuelas rurales de Logrezana, abiertas desde 1922, ya sólo quedan siete niños de Infantil y de primer y segundo ciclo de Primaria. Y tan sólo uno de ellos vive en Logrezana. Su profesor es Héctor Sánchez. También están los especialistas, del centro de referencia Poeta Antón, de Candás. «Vienen especialistas de Inglés, Educación Física, Religión, Música y Lengua Asturiana», explica Sánchez.

Pero ni Nely Iglesias ni Héctor Sánchez tienen su plaza fija en estos centros. «El profesor que estaba antes se jubiló y ahora no sacan la plaza a concurso», señala el profesor. Más de los mismo ocurre en el centro de Guimarán-El Valle, en el que sólo Mirta Morán tiene la plaza. «La maestra de Primaria se jubiló hace dos años y desde entonces hemos tenido dos profesoras interinas diferentes».

Ese es precisamente el principal problema con el que se encuentran hoy en día las escuelas rurales, ya que muchos padres argumentan que no están dispuestos a que cada año haya un profesor diferente. En este sentido, «la Administración sólo ve el aspecto económico y si hay un centro de estudio próximo a las escuelas rurales, tiran por ese centro», lamenta Mirta Morán. Por su parte, Héctor Sánchez destaca el papel de estos centros: «Si se defiende que la gente que se dedica al campo siga viviendo en las zonas rurales, tienen que prestarse servicios».

En medio de estos problemas, ¿cuál es el futuro, entonces, de las escuelas rurales de Carreño? «Desgraciadamente, yo creo que acabarán cerrando», espeta Héctor Sánchez. «Este año me quedé porque los padres me lo pidieron, ya que no querían que cada año viniese un profesor diferente, pero no sé hasta cuándo me permitirán continuar aquí, ya que yo ya tengo mi plaza fija en el Poeta Antón desde finales del curso pasado», asegura el candasín. Por su parte, Nely Iglesias ve el futuro de las escuelas bastante negro también. No sólo por el descenso en el número de alumnos, sino también porque hay padres que prefieren que sus hijos vayan a un colegio.

En cambio, Mirta Morán cree que las escuelas de Guimarán-El Valle continuarán abiertas. «Tenemos ya nuevos niños a la espera de poder matricularse para el curso que viene y aquí la mayoría de los padres apoyan las escuelas rurales», declara. De cualquier forma, la realidad es que las escuelas de Logrezana y de Guimarán-El Valle siguen funcionando hoy en día. No sé sabe hasta cuándo, pero sus vecinos lo tienen claro.

«Lucharemos por que no las cierren», expresa María Ángeles Rodríguez, presidenta de la Asociación de Vecinos «Logrezana Existe».