Fuensanta está con el agua al cuello. La empresa zozobra en un mar de deudas y la tropa denuncia que los capitanes han sido los primeros en abandonar a su suerte un barco a la deriva en el que permanecen los trabajadores -nuestros familiares, vecinos y amigos- sin responsabilidad alguna en el naufragio. La crisis aprieta, pero cuesta creer que una compañía como Aguas de Fuensanta no pueda ser rentable si se dirige con parámetros austeros y ajustados, incluyendo sacrificios de todos en tiempos de dificultades. También cuesta creer que no sea posible encontrar comprador para una de las marcas más prestigiosas del sector a escala nacional. La plantilla echa el resto para defender los puestos de trabajo y ayer lo demostró en Oviedo. Sin embargo, precisa ayuda. No le sobra el calor vecinal pero, sobre todo, lo que necesita es una decidida acción política en la búsqueda de alternativas de futuro, afrontando, sin resignaciones, todas las opciones para encontrar la salida que se merecen los trabajadores.