Villaviciosa,

G. BENGOA / M. G. SALAS

Al que madruga, Dios le ayuda. El dicho popular se hizo realidad en Villaviciosa porque la procesión del Silencio, con horario de partida a las ocho y media de la mañana, se convirtió en la única que hasta ayer había podido celebrarse en la prestigiosa Semana Santa maliayesa. Con calma meteorológica y quietud ambiental, por aquello de la hora, se desarrolló el desfile de los tres pasos, San Juan, la Cruz desnuda y la Virgen Dolorosa.

Minutos antes de salir, con los pasos ya en el pórtico de la iglesia, los asistentes no hacían otra cosa que mirar al cielo y cruzar los dedos. «Estuvo lloviendo antes, pero ahora esperamos que el tiempo respete esta procesión», comentaba Isabel Menéndez, vecina de Villaviciosa que lamentaba, como tantos otros, que la Semana Santa de la villa se quedara sin procesiones por la lluvia.

Carmen Acebedo y Mari Vallina también lamentaban antes de salir la procesión del Silencio «la mala suerte que estamos teniendo con el tiempo». «Salvo el día de Ramos, el resto está siendo un despropósito por la lluvia», señaló Vallina mientras continuaba mirando al cielo. Con el paraguas en una mano y una vela en la otra, Amparo Suárez y Carmen Venta esperaban una tregua de la lluvia. «Parece que estamos castigados: toda la semana lloviendo y sin una procesión», expresó Amparo, que añadió que la Semana Santa de Villaviciosa «es preciosa y este año es una lástima que se empañe por el agua». Carmen Venta explica que siempre están «pendiente de los montes de Bedriñana porque cuando tienen niebla anuncian agua segura. Hoy no está cubierto, así que tendremos suerte y no lloverá, al menos ahora por la mañana», aventuró Venta. Acertó en sus predicciones.

El deslucimiento de las fiestas es especialmente sentido por los vecinos. Ginés Villazón garantiza que «un Viernes Santo en Villaviciosa reúne a más gente que un domingo grande de las fiestas del Portal». Cándido Cambiella y Alfonso Berros asienten y confirman que las calles de la villa «son ríos de gente con mucho fervor religioso e incondicionales de nuestra Semana Santa».

La procesión recorrió durante casi una hora varias calles. Uno de los cofrades que llevó el paso de la Cruz desnuda fue el gaitero villaviciosino José Ángel Hevia. «Llevo 41 años sin faltar a esta Semana Santa», señaló, antes de confesar que un año que faltó porque se encontraba en Estados Unidos «salió mi hermana como suplente». En la calle del Sol los tres pasos hicieron un parada para que la Coral «Capilla de la Torre», bajo la dirección de José Manuel Ovín, interpretara dos temas: «Stabat Mater» y «Virgo Clemens».

Pero hasta el viernes la frustración fue grande en las celebraciones de la Pascua maliayesa. En un día cegado por el agua, y después de que el mal tiempo arruinase las procesiones del martes, miércoles y jueves, los pasos del Santo Entierro, en el que se rememora la muerte de Cristo y la aflicción de La Dolorosa, programados para anteayer, quedaron postrados en el interior de la iglesia parroquial de Santa María de Villaviciosa. Allí se celebró uno de los actos religiosos más destacados en el concejo: el sermón del desenclavo.

Minutos antes de su inicio, a las ocho de la tarde, los cofrades de la congregación de Nuestro Padre Jesús Nazareno pedían clemencia a las nubes. Y después de horas y horas sin parar de llover, la clemencia parecía llegar, el cielo hacía un vago esfuerzo por dejar de llorar... que sin embargo no fue suficiente para que las imágenes del Santo Entierro brillaran por las calles de Villaviciosa. «Sintiéndolo de todo corazón, os tengo que anunciar que la procesión no saldrá. Aunque ahora mismo no llueve, no nos podemos arriesgar después de todo el agua que ha caído a lo largo del día», manifestaba, con la voz entrecortada por la desilusión, Nicolás Rodríguez, mayordomo de la cofradía del Nazareno, tras la clausura del emotivo acto del desenclavo. Sus palabras, como es lógico, dieron lugar a un intenso murmullo de voces que argumentaban a favor y en contra de esa decisión.

Al margen de ello, los maliayeses vivieron con pasión el viernes la ceremonia del sermón del desenclavo, que fue seguida por cientos de personas, agolpadas en el interior de la iglesia de Santa María. Mientras el orador leía el pasaje litúrgico dedicado a Jesucristo y su descendimiento de la cruz, los cofrades despojaron a la figura del título de «INRI», primero, y de la corona de espinas, a continuación, que se realizó con tenazas, en vez de con las manos como en años anteriores. Después, desclavaron el brazo derecho y el izquierdo, y por último, los pies, para presentarlo a la madre -la Virgen Dolorosa- e introducirlo en el sepulcro, donde ya fue custodiada por la escuadra de gastadores del Regimiento «Príncipe» Número Tres. En el acto también estuvieron presentes la Banda de Música del Regimiento y la de Cornetas y Tambores «Stella Maris» de Santander.