Pola de Siero,

Manuel NOVAL MORO

Pola de Siero se diferencia de otras localidades en que la Semana Santa, siendo atractiva, se presenta casi como un aperitivo del verdadero acontecimiento, que ocurre dos días más tarde: el martes de los Güevos Pintos. La localidad celebra estos días el «mercáu polesu» con el día grande en el horizonte, y los preparativos para la gran fiesta siguen en curso. Uno de los aspectos en los que se nota el tirón de la fiesta es en los trajes regionales. La costumbre de vestirse el martes no sólo no está en declive, sino que va en aumento. Así lo atestigua Laura Ruiz González, miembro del grupo «El Ventolín», que está estos días en plena faena dando los últimos retoques en su taller de Fitoria a varios trajes que le han encargado.

«Cuando llega Güevos Pintos es el caos en casa», asegura. Dedicada profesionalmente desde 2005 a la elaboración de los trajes, Laura Ruiz señala que ahora «hay mucha cultura del traje tradicional», que las cosas han cambiado, y «la gente ya sabe que aquellos trajes que se hacían hasta hace poco no son tradicionales, está bastante informada y además se deja asesorar».

En la actualidad se hacen dos tipos de trajes: el de lujo y el de labor, con los modelos de finales del siglo XVIII y principios del XIX como referencia. La diferencia entre ambos está en el tipo de tinte que se usaba en su momento. En el de lujo predominan los colores rojos, morados, negros y azules, que llevaban tintes artificiales, los más caros de entonces. En el de faena, los marrones, verdes y otros tonos que se hacían con tintes naturales, que resultaban más baratos.

Laura Ruiz recomienda para la fiesta de los Güevos Pintos el de lujo, por más que actualmente apenas haya diferencia de precio en la elaboración de ambos. Mucha gente opta, no obstante, por el de faena. Lo que nunca se puede hacer es combinar ambos.

El otro elemento señero de la fiesta son los güevos pintos. El martes habrá casi treinta puestos y una avalancha de compradores. Como explica María Cimadevilla, que lleva veinte años vendiendo huevos que pinta a tinta china, «para hacerlos se cuecen con un trapo a fuego lento, a veces hasta una hora, y cuando están todavía calientes se empiezan a pintar, primero perfilando el dibujo, y, a continuación, con los colores. Pintar cuando están templados es la forma de que la tinta se fije; si no, suele emborronarse o queda demasiado clara», asegura. Lleva más de un mes pintando las 20 docenas que comercializará este año, casi todas con motivos tradicionales: paisajes típicos, escenas y personajes marcadamente asturianos que son casi siempre garantía de éxito.

La bendición de los güevos, al mediodía, se ha convertido en uno de los actos más importantes de la fiesta. Este año, además, el nuevo párroco de San Pedro, Sergio Martínez, se estrena en este cometido. Después de diez años junto a su predecesor, Juan Bautista Álvarez, dice estar «muy familiarizado con la bendición», y, por tanto, la afronta «sabiendo cómo funciona, con cierta normalidad».

No obstante, reconoce cierto «nerviosismo, por decirlo de alguna manera, por la responsabilidad que supone». La bendición tiene «una forma de hacer que va con la persona», y ahora es el momento de que Sergio Martínez presente su propio estilo. «Pero, sobre todo, me presta, me hace ilusión, porque es una fiesta muy típica que te brinda la ocasión de hablar para un público al que no estamos acostumbrados», concluye. Eso sí, asegura que mantendrá el asturiano como lengua del discurso.

Este año también hay otro estreno: el de la calle Alcalde Parrondo como sede de la verbena. «Los Berrones» y el grupo «Tekila» pondrán allí la guinda a la fiesta.