Candás,

Mónica G. SALAS

Son las siete de la mañana y en Candás reina el silencio, roto tan solo por el rugido de algún que otro motor de coche. Ni rastro queda ya del sonido de las madreñas de las mujeres que, con prisas, bajaban a trabajar, ni de las potentes sirenas de las fábricas. El Candás de antes ya no es el de ahora. La pesca y la industria conservera fueron durante décadas el motor de desarrollo económico de una villa en la que llegaron a coexistir hasta siete grandes fábricas de conservas. La misma villa que ahora, tras el cierre de sus últimas factorías, lucha, a través de exposiciones, museos y eventos, para que la memoria histórica del Candás enlatado no caduque.

El inicio del crecimiento del sector pesquero en la villa, según escribe el historiador candasín Manuel Ramón Rodríguez, se remonta ya a la segunda mitad del siglo XIII, con la caza de la ballena. Pero no será hasta el siglo XIX cuando Asturias, y a escala local la villa, se erija en pionera nacional de la elaboración de conservas alimenticias. Así, en 1844 abren sus puertas en Candás las primeras fábricas dedicadas a la elaboración de salazones. Esta industria continúa en el nuevo siglo, con la instalación de otras plantas, como Albo, Herrero y Bernardo Alfageme. El traslado de esta última a Vigo, en 1939, marca, según los historiadores, el inicio de la decadencia de la conserva en el concejo. La crisis que padece el sector en 1960 lleva al cierre de muchas fábricas. No obstante, en opinión de Manuel Ramón Rodríguez, el final definitivo de la industria conservera en Candás se debe a «una fuerte concentración empresarial».

Con el cierre de Albo en julio de 2009, tras 114 años de actividad en la villa, y el de Remo en 2011, Candás cierra un capítulo de su historia, del que ahora tan solo quedan restos que, por el momento, permiten dejar entreabierto el libro de la conserva candasina.

Entre esos restos destaca la fábrica de Ortiz, recientemente remodelada. Esta factoría se instaló en Candás en 1930. Su actividad concluyó en 1982 y, tras pasar años abandonada, el Ayuntamiento de Carreño optó por su restauración con el objetivo de crear un museo regional de la pesca y la conserva. Pero, como todo en estos momentos de crisis, la falta de financiación ha transformado el futuro de la vieja fábrica Ortiz, hoy por hoy dedicada a ferias y otros eventos culturales. Del famoso complejo de Bernardo Alfageme tan solo queda hoy un enorme mural, elaborado por el artista Benjamín Menéndez, en 1998, con motivo de la construcción del parque de Les Conserveres, donde en su día estaba emplazada la fábrica. Este mural es el más grande de Candás y recoge el monumental complejo de Alfageme. En ese mismo espacio, en el antiguo aljibe de la fábrica, hay una exposición permanente sobre la historia de la industria conservera en Candás.

Una historia que la villa revive cada año en la explanada del muelle con la Feria de la conserva. Un gran escaparate en el que participan muchas de las factorías que un día tuvieron su sede en Candás y en el que se aprecia el paso definitivo del sector pesquero al turístico. Una transformación quizá inevitable, pero que no debe ahuyentar el pasado de Candás. Precisamente, con esta filosofía nació el año pasado el certamen de coros «Canciones de la bodega», patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, que celebra estos días su segunda edición. Su objetivo, según su presidente, José Ramón González, no es otro que el recuperar las habaneras que en su día se cantaban en las fábricas de transformación del pescado. Una forma más de que Candás conserve su legado.