Candás, Mónica G. SALAS

«Villa de olímpicos». Ésa es la frase que figura a la entrada de Candás y ante la que muchos se preguntan por su significado. Pues bien, la ex piragüista Luisa Álvarez es una de las personas que dan sentido a estas palabras. Y es que la candasina puede presumir de ser olímpica con letras mayúsculas. De hecho, es la única mujer de Carreño que ostenta este título, por partida doble. Primero, como deportista en los Juegos de Barcelona-92 y, posteriormente, ya como entrenadora, en Atlanta-96. Por eso, Luisa Álvarez es la olímpica de la villa.

A lo largo de su carrera deportiva, esta candasina de 50 años, natural del barrio de La Matiella, ha cosechado infinidad de títulos, que conducen a pensar, quizá, que su camino para llegar al podio nacional y mundial fue de todo menos difícil. Pero no. Según cuenta Luisa Álvarez, a lo largo de su carrera ha tenido que superar numerosos obstáculos debido a su condición de mujer. «En aquella época el piragüismo era un mundo muy machista. Para llegar arriba del todo las mujeres siempre teníamos que estar demostrándolo», manifiesta. Y añade: «Y aunque hemos mejorado, la discriminación por sexo sigue estando ahí».

Precisamente esa discriminación fue la que abocó a la deportista candasina a dejar en más de una ocasión el piragüismo a nivel profesional. Hasta que llegó el plan ADO con los Juegos Olímpicos de Barcelona. «Concedían becas para deportistas y el seleccionador español, que era el húngaro Gyoula Fussesery, me aseguró que él tenía pensado convocar a chicas, así que me decanté por participar», relata. Y de esta forma es como comenzó su aventura olímpica, que volvió a repetir, pero ya como entrenadora, en Atlanta. Sin duda, la etapa más especial de su vida, en palabras de la propia candasina.

Ahora, casi veinte años después de esa época plagada de éxitos deportivos, Luisa Álvarez vive tranquila en su Candás natal, como profesora de gimnasia en el polideportivo de Candás y como conserje en el centro polivalente La Baragaña. Desde allí, y en medio de una ola de recuerdos, analiza su vinculación a Candás. Una villa marinera a la que debe muchos momentos especiales. Como sus inicios en el mundo del deporte. Para sorpresa de muchos, a Luisa Álvarez nunca le había apasionado el piragüismo. Todo lo contrario, prefería el baloncesto o el tenis. «Hasta que empecé a ver a mis amigas en el Club Los Gorilas. Veía todos los días la furgoneta, que paraba delante de mi casa, y a partir de ahí comencé a aburrir a mi padre. Llegó el verano y me dijo que eligiera entre ir a un campamento o ingresar en Los Gorilas», relata animadamente.

De sus años como deportista profesional, Luisa Álvarez recuerda con especial cariño las fiestas de la Sardina y del Cristo, que no se perdía por nada del mundo. «Traía todos los años a mis amigas y las vestía con camiseta blanca, pantalón vaquero y pañuelo de mahón, que nunca podía faltar. Nos lo pasábamos genial y ellas quedaban asustadas del ambiente que había en Candás», comenta.

Pero después de este paréntesis festivo, la candasina tenía que volver a la realidad y entrenar fuertemente lejos de su pueblo. Por eso, Luisa Álvarez sabe bien lo que es estar largas temporadas alejada de su villa marinera, a la que confiesa que seguía siempre que podía a través de la prensa. Aun así, y como buena candasina, aquello no era suficiente para calmar su sentimiento hacia Carreño y, por eso, la primera visión del muelle de Candás, tras meses fuera de casa, siempre era algo mágico. Y es en ese momento «cuando te das cuenta de que eres una candasa absoluta», declara. Y quizá sea ese recuerdo el que convierta al puerto en uno de sus rincones preferidos, sin olvidarse tampoco de la fuente de Los Ángeles y de lo que un día fue la gran Ciudad Residencial de Perlora.