Lleva más de 30 años por el mundo y actualmente vive en Bélgica, donde trabaja como entrenador de la selección nacional de piragüismo. Pero si alguien le pregunta dónde está su casa, él contesta: «En Campanal, Perlora, Carreño, Asturias, España». Así de claro. Carlos Manuel Prendes García-Barrosa es uno de esos candasinos a los que le ha tocado siempre estar lejos de su patria. Primero por el deporte y los estudios y ahora por el trabajo. Pero eso no quita que se sienta como un candasín empedernido. De hecho, asegura que cada día que pasa anhela más su pueblo, su mar y sus tradiciones. «No sé lo que es, pero hay algo dentro de mí que cada cierto tiempo me dice: "para y vuelve"», afirma durante el desarrollo de una entrevista que transcurre en pleno apogeo de las fiestas del Cristo. «Me estoy cansando de hacer y deshacer maletas. Siento la necesidad de estar en mi pueblo, con mi gente y mi familia», prosigue. Pero... «hoy por hoy la estabilidad la encuentro en Bélgica y como la situación siga así en España me temo que el regreso va a tardar», lamenta.

Y eso a pesar de que este candasín de pro tiene a toda su familia en Asturias. Inclusive a su mujer, Ingrid, y a sus dos hijos, Matías y Elena. Con ellos comparte su día a día, aunque tenga que ser por teléfono o internet. De cualquier forma, sorprende su unidad. Y es que, por encima de todo, Carlos Manuel Prendes es una persona muy familiar. Hasta el punto de que está dispuesto a sacrificarse con tal de darles a los suyos lo mejor, por mucho que le pese estar lejos de su origen.

Porque sí, este ex piragüista es un apasionado del campo. «Me encanta. Es donde encuentro la paz y el sosiego que necesito. Me espantan las multitudes y el ruido, quizá porque ya las he vivido y ahora lo que me pide el cuerpo es "caleyear" y recordar todos aquellos momentos que viví con mi abuelo comprando xatos por todos los rincones de Carreño», comenta con una sonrisa de oreja a oreja, completamente sumergido en el pasado.

Pero si estar en la aldea es una de sus mayores aficiones, qué decir del deporte y más concretamente del piragüismo, al que lleva entregado toda su vida. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta que Prendes es hijo de uno de los amantes de la piragua más distinguidos de Candás y fundador del club Los Gorilas, Amando Prendes. «Desde que era un crío me llevó a todas las regatas. Era inevitable que yo no acabase enganchado al piragüismo», sostiene. Estuvo, así, ocho años en el equipo nacional y estudió la carrera de INEF en Madrid. Llegó a ser profesor y entrenador del equipo nacional, etapa en la que coincidió con el ucraniano Alexander Nikonovov, al que considera su maestro, junto a Eduardo Herrero y, por supuesto, su padre.

Vuelve a sonar, una vez más el nombre de Amando Prendes y el protagonista de esta conversación no puede evitar dedicarle unas sentidas palabras. «Cuando falleció (hace dos años), me di cuenta de lo privilegiado que había sido, porque había tenido la suerte de haber vivido tantos años con una persona excepcional. Y eso me hizo serenarme en seguida. No obstante, tengo una fe enorme en Dios, al igual que mi madre, que me hace sentirme muy cerca de él, aunque ya esté en el cielo», se sincera, entregando por completo su corazón, pero sin olvidarse de la otra persona a la que le debe todo lo que es hoy en la vida, su madre María Lourdes.

Precisamente por seguir honrando la memoria de su padre, Carlos Manuel Prendes afronta ahora, como presidente, la nueva etapa que vive el club Los Gorilas de Candás. «Es un proyecto que me entusiasma, porque mi objetivo es que volvamos a estar en lo más alto», afirma. No obstante, por el momento a este deportista le toca vivir la evolución de Los Gorilas a la distancia, al igual que la de su querido Candás y Perlora. En ello tiene mucho que ver la situación económica que atraviesa España en estos momentos. «Me indigna, me entristece y, por eso, me rebelo. Sobre todo, contra la política. En Bélgica me preguntan si es verdad que son unos corruptos y no me queda otra que asentir. Por eso, me avergüenzo de pertenecer a un país gobernado por semejantes líderes». Con todo, «detesto la política, pero a la vez me preocupa el futuro de mis hijos», asegura, mostrando su lado más rebelde. Aún así y como él bien dice, siempre le quedará perderse en la aldea de Carreño y disfrutar de su familia y la buena literatura.