A Josefa Suárez, conocida "mundialmente" como "La Cervera", no hay quien la pare. Lo mismo sorprende con un disfraz en las fiestas de El Cristo que con unos cánticos acompañando el café de la tarde. Y todo eso a sus 89 años, aunque a esta candasina todavía le queda mucha marcha metida en el cuerpo. O eso al menos asegura ella. Por lo pronto, el año que viene, que cumplirá los 90, tiene claro que continuará derrochando la misma energía de siempre.

Para "La Cervera" no hay día en su calendario que no sea motivo de celebración. De hecho, sale todas las mañanas a pasear y a tomar el vermú con sus amigas. Y por la tarde repite la misma maniobra. Porque lo que es trabajar, más bien poco. "Hago la cama y limpio el polvo. Pero tampoco todos los días. Ahora vivo como una señora. Hasta viene mi nuera, Ana, a hacerme la comida. Tengo una familia encantadora", dice con ese desparpajo que le caracteriza y con el que se ha ganado la fama en todo Carreño. No hay sarao en el que no esté metida. Y, por supuesto, se anima a cantar y bailar siempre que el cuerpo se lo pida. "Hasta tiro el bastón y todo", confiesa.

Pero esa viveza no es algo de ahora. "Nací así. De todos mis hermanos, y éramos seis, fui siempre la más animosa", apunta. Incluso en los momento difíciles y de mayor sacrificio, Josefa "La Cervera" nunca perdió la sonrisa. Porque, aunque ahora viva "como una señora", también antes le tocó trabajar lo suyo. Primero ayudando a su abuela, que era "mujer de la Paxa", a vender pescado por la región y más tarde, trabajando en las fábricas de conservas de la villa.

A los doce años ya supo lo que era levantarse todos los días a las cinco de la madrugada e ir caminando hasta Luanco con una cesta en la cabeza. Incluso tenía que repetir el mismo recorrido dos veces en la misma jornada. Después de ese periodo, con tan solo 14 años, comenzó a limpiar sardinas en las fábricas de conservas del pueblo. En ellas estuvo cerca de 40 años. "Mira, voy contate. Entrábamos a las seis de la mañana, parábamos de doce a una para comer y volvíamos para trabajar hasta las cinco de la tarde, que había un pequeño descanso. Y luego hasta el cierre, que a veces era a la una de madrugada. Pero, bueno, nosotras éramos felices y cantábamos a todas horas. Yo siempre armaba alguna", confiesa. Y por si había alguna duda, Josefa "La Cervera" tiene las pruebas. Saca del bolso de su abrigo un sobre con algunas fotografías. "Éstas éramos las mis compañeras y yo cantando y bailando en los descansos o cuando no estaba la encargada. Madre mía, qué bien lo pasábamos", explica, mientras pasa una foto detrás de otra, en las que aparecen un grupo de mujeres muy sonrientes.

Y como persona a la que le gusta la diversión, no podría faltar en su relato las tardes de baile en La Nozaleda. "Iba todos los domingos. Pero la última pieza, que era un pasodoble, nunca la podía terminar de bailar, porque antes había que estar en casa a las nueve de la noche. Nos traían a raya", dice. Aun así, las ganas de parranda nunca cesaron. Y hoy no hay fiesta en la que "La Cervera" no esté presente. "Soy candasina y vivo mucho todo lo relacionado con mi pueblo. Además, es la villa más alegre de la orilla del mar", afirma, a punto de sorprender con una canción: ""París para moda y Candás para mucho más..."", entona Josefa "La Cervera". Por cierto, ¿por qué "La Cervera"? "Fue por mi abuelo, que participó en la guerra de Cuba en el crucero de la Armada "Almirante Cervero". Y cuando llegó a Candás, todos los amigos le dijeron: "Ahí va el Cervero". Y ese mote nos quedó a todos", concluye.