Son los caballos que pintaban los hombres primitivos en la mayoría de cuevas del Arco Atlántico y ahora son las estrellas del Parque de la Prehistoria de Teverga. La pareja de caballos Przewalski, de origen prehistórico, llegó al recinto cultural esta semana y su presencia se ha convertido ya en uno de sus mayores atractivos, sobre todo, entre los niños. "Hubo muchísimas visitas el día de su llegada y luego cada vez más gente; no paramos de atender llamadas que preguntan por ellos", señala Paulina Toporowicz, guía del parque.
Su apariencia amigable esconde un auténtico carácter indomable. Ni los mejores jinetes de Mongolia, donde sobrevivieron durante miles de años en libertad, han podido cabalgar a lomos de estos caballos que ellos llaman "takhi". De hecho, Toporowicz señala que "son los únicos caballos salvajes que hay en el mundo". Y su presencia cada vez es menor, quedando tan sólo alrededor de 1.000 ejemplares en el Parque Nacional Hustai, en el suroeste de Mongolia, en el Parque Nacional Kalamery de China y en centros de recuperación de especies repartidos por todo el mundo. Para sumar esfuerzos, está previsto que la pareja tevergana críe en el recinto.
Los caballos llegaron desde Holanda gracias a un convenio de colaboración suscrito entre el parque, el Ayuntamiento de Teverga, el Fondo para la Protección de Animales Salvajes (FAPAS) y la Asociación Centro de Conservación del Bisonte Europeo en España. Un acuerdo que se completará con una pareja de bisonte europeo, que llegará a Teverga a finales de este mes. Los animales centrarán buena parte de las actividades del parque este año.
Los miembros de FAPAS son los encargados de sus cuidados. Su presidente, Roberto Hartasánchez, explica que todos los días pasan por allí para darles de comer y vigilar que todo esté en orden. "Es sencillo, les damos pienso todos los días y en invierno también un poco de hierba", precisa.
Hartasánchez apunta que la importancia científica de estos caballos es que forman parte de una raza que no ha desaparecido del planeta en miles de años. Una "joya" desde el punto de vista biológico con un material genético puro y diferente al de los caballos domésticos. Los Przewalski tienen la estructura de su cráneo con un morro convexo, a diferencia de la mayoría, que es cóncavo. Son unos animales de pequeño tamaño, con patas cortas, estructura maciza y una cabeza muy grande en comparación con el resto del cuerpo. Su pelaje es rubio menos la cola y la crin, que son más oscuras.
Las organizaciones conservacionistas cuidan que estos animales no se mezclen con otras especies porque "perderían su origen genético", apunta Hartasánchez. Los caballos prehistóricos tienen 66 cromosomas en su ADN a diferencia de los 64 de los domésticos. Si alguien tratase de domesticar a estos caballos sería imposible, "no se les puede ni poner una cuerda encima". De hecho, si se ven atados o sin poder moverse pueden llegar a morir o matarse a golpes. Pero lo cierto es que su carácter es sociable y amigable siempre que no se les toque. Será por su carácter indómito por lo que son "estadísticamente el animal que más aparece en las pinturas rupestres del Paleolítico Superior, junto a los bisontes que están a punto de venir", apunta Toporowicz.
La guía explica que los hombres prehistóricos eran "auténticos artistas". Historiadora del arte y periodista, Paulina Toporowicz destaca la calidad de las pinturas y grabados de caballos de las cuevas de Tito Bustillo y la Peña de Candamo, en Asturias; la galería de Altamira (Cantabria) y la Cueva de Chauvet (Francia). "Son muy naturalistas y con muchos detalles anatómicos que dan la sensación de vida, movimiento y mucha fuerza", resume.
