Cronista de Nava
Atardecer en Piloñeta

Atardecer en Piloñeta
Leocadio Redondo Espina
Voy hacia Piloñeta, pero en La Secá, después de dejar a la derecha la casa de Enrique y de Elvira, abandono la carretera y tomo el camino que sale por la izquierda. Discurre éste ligeramente en cuesta, y algo hundido en relación con el entorno, de modo que la vegetación, y la tupida arboleda, que lo cubre como una bóveda, limita el paso de la luz y produce una cierta oscuridad. Subo en silencio, con la sensación de caminar por un amplio túnel vegetal.
Al poco, el "túnel" se aclara y por la derecha, en un plano más alto que el camino, aparece la estructura blanca de la capilla, con las firmes columnas que sostienen el techo del cabildo y, por encima, la airosa espadaña, rematada en cruz de piedra. Por unos peldaños de cemento subo a la campera. Ya estoy ante la capilla, que parece un cofre en medio de la tranquila soledad de la tarde. Aún falta algo para las nueve. No veo a nadie, pero me acerco y escucho un rumor. Una mujer, en el interior, reza el rosario. El pequeño espacio, con bancos de madera paralelos al altar, está ocupado en su mayor parte por mujeres. Hombres hay pocos. A la izquierda, adosado a la pared, hay un banco corrido, también ocupado por mujeres.
Cuando termina el rosario, sale el sacerdote de la sacristía, situada a la izquierda del altar, y comienza la misa. La capilla se ve limpia y atendida, con las maderas pintadas y barnizadas, y las paredes enjalbegadas. Hay flores blancas que adornan el altar y la luz artificial ilumina cálidamente aquella zona del recinto. Los asistentes siguen el oficio con sencillo recogimiento y, de vez en cuando, el oficiante, que viste de blanco, inicia una canción, que la concurrencia entona con aceptable armonía.
Finalizada la misa, la gente se agrupa a la salida, pero pronto los corros se deshacen, y la capilla y su entorno vuelven a su solitario ensimismamiento de siglos. Cae la tarde. Hay una gran paz, y sólo se escucha, como entre algodón, el sonido de algunas esquilas. Mece el aire perfumado y calmo el vuelo discreto de una ñerbata. Mañana, a la misma hora, volverá la gente a acercarse y llenar la pequeña capilla. Es la novena a San Antonio de Padua.
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