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Medio siglo junto a una escombrera

Los vecinos de Logrezana exigen regenerar una zona de la parroquia que Arcelor expropió hace décadas para crear un vertedero, del tamaño de una montaña y actualmente inactivo

Manolo del Busto, en los alrededores de su casería, desde la cual puede ver todos los días la escombrera, situada al fondo, a la derecha, y cubierta de vegetación. M. G. SALAS

Cuenta Manolo del Busto, de 87 años y vecino de Logrezana, que donde ahora sólo hay maleza y escombros hace unos años, cuando él era un rapacín, había una "pradera preciosa". Sobre ella solía echarse para contemplar la multitud de álamos y umeros (alisos) que allí se concentraban. "Se respiraba frescura. Había frutales y un río que llevaba truchas asgaya", manifiesta, escarbando en el pasado. Sus ojos, vivos y sabios, hoy ven todo lo contrario: un vertedero de enormes dimensiones -unas 20 hectáreas-, que el visitante fácilmente confunde con una montaña.

Sin embargo, los de casa, los vecinos, saben bien lo que ese gran monte, cubierto de vegetación, esconde en su interior. Ensidesa, hoy Arcelor Mittal, les expropió hace más de 50 años -en 1963- esa bella pradera para depositar sobre ella cenizas, escoria y hasta lodo. Fruto de esa actividad, Logrezana perdió cuatro molinos de agua, una casa y varios riachuelos, que quedaron sepultados para siempre bajo una escombrera que los carreñenses piden ahora regenerar y convertir en un espacio por el que poder caminar, lejos de la industria.

Por ese sueño llevan luchando sin éxito muchos años, casi treinta. Manolo del Busto, propietario del molín Llantero, uno de los que desapareció con la instalación del vertedero, cree que eso ya es imposible. "Lo estropearon todo. Lo que para unos es progreso para otros supone dar un paso atrás", lamenta. Logrezana es, de hecho, una de las parroquias más castigadas por la industria. Pocos vecinos quedan ya, y los que siguen ahí viven a la sombra de las fábricas y del vertedero. Como Angelina González, que regenta desde hace 44 años el bar Casa Víctor. Su negocio nació, precisamente, a raíz del vertedero.

"Yo vivía aquí y fueron los obreros los que me animaron a abrir el chigre. Empecé vendiendo sidra, refrescos y bocadillos por la ventana de casa hasta que luego comencé a servir comidas bajo un tendejón. Se ganaba dinero y lo necesitaba. De aquella tenía al marido (Víctor González) enfermo y tres hijos pequeños a los que alimentar", dice, al lado de uno de ellos, José Luis González. En pocas palabras, el vertedero, que funcionó aproximadamente hasta 1978, les dio la vida.

En las décadas de los sesenta y setenta, el número de camioneros que pasaban por Logrezana era desorbitado, al igual que la cantidad de personas que hacían negocio con la chatarra. "Se movía mucho dinero. Aquí había funcionamiento día y noche", cuenta. Pero otros vecinos del entorno no corrieron tanta suerte como González. Angelina Busto vivió durante veinte años "un infierno. Pasamos la de San Quintín. No podíamos dormir y teníamos la casa siempre cerrada por el polvo... Allí depositaban todo tipo de materiales, mucho lodo, sobre todo", afirma Busto, que ahora reside en Avilés. Ella y otros muchos carreñenses denunciaron su situación, pero "nadie nos hizo caso". Lo mismo que Javier Busto, extrabajador de Ensidesa. "En aquella época no podías decir mucho, pero su instalación no fue buena para nadie. Ni siquiera para los expropiados. Ganaron dinero, pero ahora ¿que tenemos? Pisos y pisos de escoria", afirma.

Este vecino teme, además, que el vertedero origine una catástrofe en su pueblo. "Donde ahora está la escombrera antes había un manantial y se solucionó con una canalización de andar por casa. Por eso siempre hay agua junto a la carretera y también en la superficie", comenta. Ante esta situación, los carreñenses piden que se regenere la zona dañada. Sin embrago, Arcelor Mittal, propietaria del terreno, no tiene ningún plan para transformar la escombrera en espacio verde. Principalmente, porque a la empresa "no se ha remitido ningún proyecto redactado". De todas formas, la multinacional tiene catalogado ese espacio como "zona se seguridad y de reserva de la acería". Esto quiere decir que si necesitase hacer alguna actuación en un área próxima, lo haría en ese punto concreto de Logrezana, ya muerto.

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