"Cuando el pozo estaba abierto, había lo menos diez bares en el pueblo. Ahora habrá cinco". Quien hace esta reflexión es Julián Álvarez, que durante treinta años fue picador en la mina de Solvay, hasta que se jubiló en 1985. Una época en la que, a rebufo de la explotación minera, la población sierense vivió sus años de mayor esplendor.

Los recuerdos de aquella edad de oro revivieron ayer a la sombra de los castilletes de Solvay. Allí se reunieron cerca de 150 personas, para celebrar el tercer encuentro anual de exempleados de la explotación minera. Una reunión que es posible gracias a la colaboración de Hunosa y el Ayuntamiento de Siero.

En el encuentro, otro antiguo empleado de Solvay, Julio Villa Vigil, recibió, precisamente de manos de Julián Álvarez, un obsequio de sus antiguos compares, que en cada edición homenajean a un veterano. A sus 86 años, Villa, vecino de Aramil, también aprecia un cambio profundo en la economía y en la propia sociedad de Lieres. "La localidad ha quedado reducida a una ciudad dormitorio. Quizás no ha bajado mucho la población, porque en los cuarteles ha entrado a vivir gente nueva, que ha ido comprando los pisos que quedaban vacíos. Pero es gente que no hace vida aquí, que trabaja fuera y viene sólo a dormir", explica.

De aquellos años de esplendor de la minería sierense, los mineros recuerdan las agotadoras jornadas de trabajo y la camaradería con los compañeros. Villa, que trabajó toda su vida en exterior, estuvo en infinidad de puestos hasta terminar sus días como vigilante. Tras recibir la distinción de sus compañeros, un trofeo donado por muebles Eladio, Villa se mostró agradecido por este pequeño homenaje de quiénes habían sido sus compañeros.

La comida, en la que se repartieron seis corderos a la estaca preparados por la cuadrilla del carnicero naveto Fernando Zapatero, estuvo además amenizada por la actuación de la coral "Santa María" de Lieres.