Llega agosto y llega el Xiringüelu a Pravia. Pasa el Xiringüelu y se abre el debate. Es todo un clásico del Bajo Nalón, para el que existen más opiniones que paisanos y paisanas, ya que hay gente que tiene la capacidad de desdoblarse y tener hasta media docena de criterios irrefutables. A mí no me gusta nada la deriva que ha tomado la fiesta, pese a los intentos de buscar soluciones alternativas a los problemas tradicionales. Este año había una zona de casetas, respetando la filosofía tradicional primigenia del evento, frente a una zona, dedicada al botellón, en la que se reflejaba la evolución reciente del evento. La visión del lugar a primera hora del lunes ratifica lo dicho: amasijo de madera y botellas de sidra y mar de bolsas y botellas de plástico. Los que tratan de argumentar sobre la base de los supuestos beneficios que el Xiringüelu genera a Pravia van a tener que echarle mucha imaginación, cobro a los autobuses por aparcar incluido, o dedicar algo más de tiempo a la reflexión.
