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De aquí a Lima

Más vale un buen nombre

En plena moda del "naming", la solución para que la cárcel deje de llamarse como el pueblo de Villabona es encontrar otra denominación, tal vez entre sus inquilinos insignes

Más vale un buen nombre

Los británicos sostienen que Elisabeth y James son nombres suertudos, mientras que si te bautizan Helen o John solo te irá relativamente bien. En Pennsylvania han certificado en un estudio que cuando Benjamin o Alexandra llegan a la universidad tienen más posibilidades de que los tomen en serio que a Justin o a Amber.

El "naming" (poner nombre a una marca) ha traspasado la barrera de la empresa y ahora resulta "cool" contratar a un especialista que encuentre el nombre de pila adecuado para tus hijos. En el crepúsculo del 2015 se hizo famosa una niña que nació en Avilés el 26 de diciembre como Eire Álvarez Ares, bautizada por dos hermanos publicistas madrileños, Sergio y Raúl Ituero, "nombradores" de profesión, que desde entonces no dan abasto.

Antes los nombres se ponían a pelo, sin zarandajas. Por tradición familiar, por santoral, por gusto o por capricho de quien inscribía a la criatura. Hay nombres que evocan una clase social. Igual que Beltrán se asocia a nobleza, hubo una época en la que los patios de vecinos de la España media se llenaron de Jennifers y Jonathans (en sus múltiples grafías), y antes de Elvis y Madonnas, y luego de Shakiras, Mileys o Rihannas. En 2013, casi 150 niñas fueron inscritas en España como Khaleesi, la protagonista de "Juego de tronos". El tiempo y el uso también deforman los nombres. La primera Jessica conocida fue la hija de Shylock, el usurero judío de "El mercader de Venecia" de Shakespeare, y en ningún momento de la obra la llamaban a voces para que no se bañase sin hacer la digestión.

Los caminos del nombramiento son inescrutables. En el colegio de mi sobrino en Caracas había un estudiante de nombre Yusnavi. A sus padres les había cautivado la inscripción US NAVY de la marina estadounidense, metieron en la coctelera la escritura y la pronunciación y? voilà! Valiente o inconsciente alarde filocapitalista, no obstante, en la Venezuela de Chávez en la que los yanquis, como Belcebú, dejaban un rastro de azufre.

El nombre ha sido importante a lo largo de la Historia. Cuenta el Génesis que cuando Dios separó la luz de las tinieblas "a la luz la llamó día y a las tinieblas, noche". Y es que un nombre sirve para definir más que para denominar. Confiere propiedades a quien describe. Hace años un juez español impidió cambiar el nombre a una niña de apenas un año adoptada en Corea porque entendió que ya formaba parte inseparable de la pequeña.

Jodorovsky sostiene que los nombres tienen un potente impacto sobre la mente y son un fuerte identificador de la personalidad, hasta el punto de que la condicionan. Afirma que pueden convertirse para el individuo que los porta en un talismán o en una prisión.

De nombres y de prisión llevan hablando en Villabona desde que en 1992 el pueblo dio nombre al flamante penal. Los vecinos y el Ayuntamiento han intentado varias veces que la cárcel se redenomine, sin éxito. En 1994 el entonces conde de Villabona Augusto Díaz Ordóñez, cuya estirpe designa a ambos, llegó a pedirlo personalmente. Y ni por esas.

Pero Villabona no se rinde. El Pleno de Llanera se conjuró hace diez días para intentarlo de nuevo. Aprobó por unanimidad solicitar al Ministerio del Interior el cambio de nomenclatura del penal con el voto favorable de los concejales del PSOE, PP, Somos, IU y Ciudadanos. Dos noticias en una: la solicitud y políticos que se entienden y acuerdan.

Vecinos y ediles consideran -con razón- que la identificación de la población con la cárcel degrada su imagen y la de sus habitantes. Ni siquiera el bonito palacio del siglo XVII ha sido capaz de atenuar el daño. Alguno en la zona bromea ya con que sería más fácil cambiar el nombre del pueblo. Y es que es fácil encontrar candidatos para dar nombre a una plaza, un estadio o una calle, pero nadie quiere verse por voluntad propia designando una prisión. De hecho, casi todas toman el nombre del lugar en el que se levantan, y listo: Alcalá-Meco, Topas, El Dueso, Ocaña, Soto del Real, Nanclares de Oca...

En plena moda del "naming", la solución para renombrar la cárcel de Villabona tal vez pase por acompañar la solicitud enviada a Instituciones Penitenciarias de la nueva denominación, para cauterizar la tentación de rechazar la propuesta por no pensar otro nombre. Ya he dicho que no es fácil. El recurrente concurso escolar con el que los adultos pasamos la pelota a los niños en estos casos no resulta muy adecuado al ser una cárcel.

La historia de los nombres tiene múltiples aristas. Varias marcas de coches idearon y luego tuvieron que descartar nombres de algunos de sus modelos por razones obvias: Mitsubishi Pajero, Ford Corrida, Kia Borrego, Nissan Moco o Mazda Laputa jamás se comercializaron en España. Son nombres creados y en desuso, pero no sirven para denominar un penal. Centro penitenciario Borrego no suena bien, y tampoco cárcel Laputa. Tal vez a los que están dentro les sirva al revés, pero no es lo que buscamos. Tampoco nos valen aquellos nombres que crearon las marcas y ahora son nuestros aunque los hayan reemplazado: Petit Suisse, Natillas Danone, Míster Proper? No hace falta ser "nombrador" profesional para darse cuenta de que no son propios de un penal.

En el sabio refranero español está escrito que más vale un buen nombre que las muchas riquezas. En el mismo Pleno de Llanera en el que se aprobó la propuesta de renombrar Villabona, los concejales del PP y de Somos se enzarzaron en una discusión sobre la conveniencia de la proyección en un recinto municipal de "B, la película", que retrata el "caso Bárcenas". Tal vez era una señal, y la solución pase por elevar la propuesta de que, del mismo modo que los gobernantes han tenido siempre el lícito derecho a estampar sus nombres en los edificios -incluidas las prisiones- que se construyeron bajo sus mandatos, ahora las cárceles lo tengan para tomar el nombre (y será por nombres) del último de sus inquilinos insignes. Una vez que el individuo ha perdido el buen nombre, al menos que le sea útil a la sociedad. No sea que con el paso del tiempo se nos acabe olvidando.

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