La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Carlos S. Rionda: "Queremos mucho a Noreña, aquí están nuestras raíces"

El norteamericano, descendiente de los indianos que impulsaron la Fundación Rionda y la red de agua, descubre en la Villa la huella de su familia

Carlos S. Rionda: "Queremos mucho a Noreña, aquí están nuestras raíces" F. TORRE/NOREÑA ENTRAÑABLE

Hace ahora un siglo, dos noreñenses retornaron de América, tras hacer fortuna allí, e impulsaron una serie de obras, sufragadas todas ellas por la familia de ambos, que marcaron el paso hacia la modernidad de la localidad. Se llamaban Pedro Alonso y Manuel Rionda, dos nombres labrados con letras de oro en la historia local. Ayer, un descendiente de estos indianos, Carlos Silvestre Rionda, junto a su esposa, María Ileana Rionda, visitó la villa de sus antepasados, reverdeciendo los lazos inquebrantables que unen a su familia con la localidad.

Carlos S. Rionda y su esposa viven en Miami y llevan, de hecho, algo más de una semana en Asturias. El matrimonio se hospeda en Pravia, de donde es natural la mujer (que tras casarse adoptó el nombre de su marido, como es usual en los Estados Unidos). En la mañana de ayer, los Rionda acudieron a Noreña invitados por la alcaldesa, Amparo Antuña, que les recibió junto al cronista oficial de Noreña, Miguel Ángel Fuente, en el Ayuntamiento. Carlos S. Rionda relató la historia de su familia para LA NUEVA ESPAÑA.

"Mi abuelo era Silvestre Rionda, que nació y creció aquí. Yo me llamo Carlos Silvestre Rionda, en su honor. Emigró a Estados Unidos, a Nueva York, alrededor del año 1900. Después emigró a Cuba, donde trabajó en el negocio del azúcar y en otros ingenios durante toda su vida, hasta que falleció en 1946", relata. Silvestre era el hermano menor de Manuel y Ramona Rionda, esta última la que sería esposa de Pedro Alonso.

Silvestre Rionda se casó con María Vergara en Sancti Spiritus (Cuba) en 1909, y con ella tendría cuatro hijos: Manuel, María Petronila, Joaquín y Carlos Antonio, que sería el padre de Carlos Silvestre Rionda.

"Todos se dedicaron al negocio de la caña de azúcar y del ganado en el área de Sancti Spiritus hasta octubre de 1960, cuando la familia entera se trasladó a Miami. Hemos vivido en Estados Unidos desde entonces", añade. Su abuelo tiene también un papel protagonista dentro de la historia de Noreña, más allá de su pertenencia a esta familia de benefactores. Y es que Silvestre Rionda fue pieza clave en la obra de la traída de aguas a la Villa Condal en 1925, y de hecho fue quien notificó en persona, mediante un cablegrama remitido al consistorio noreñense, del acuerdo familiar para financiar los trabajos para la traída de aguas.

No fue este, sin embargo, el único regalo que Silvestre Rionda haría a Noreña. Tal y como se documenta en el libro "Noreña entrañable", de José Manuel Fanjul, Silvestre Rionda fue quien donó, por esos mismos años, los terrenos en los que, en 1926, se edificarían las Escuelas Unitarias de la localidad. Un equipamiento que se localizaba en el lugar que hoy se conoce como "parque de los arbolinos", y que fue derribado en 1980.

Calle

Esa calle, de hecho, se llama aún hoy Silvestre Rionda en reconocimiento a esa donación. Un enclave que visitó ayer el descendiente del indiano, que también pasó por el monumento a Pedro Alonso y por el antiguo depósito del agua, además de visitar el cementerio parroquial, donde descansan algunos de sus antepasados. Hitos que, como la Fundación Rionda, dan fe aún hoy de la bondad de sus antepasados para con el pueblo que les vio nacer.

"Toda la familia queremos mucho a Noreña, aquí están nuestras raíces", afirma Carlos S. Rionda que hacía más de quince años que no visitaba Asturias. "Es una cosa linda, ver cómo se ha puesto de bonita Noreña. Está preciosa", afirma.

A sus 68 años, este ingeniero mecánico da fe del amor que su familia profesa, aún hoy, a esa tierra, casi mítica para ellos, de la que salieron sus antepasados cuando agonizaba el siglo XIX. Pese a que han hecho del Nuevo Mundo su hogar, los Rionda aún aman Noreña, una tierrina por la que sienten algo parecido a la añoranza. "Mi abuelo, sus hermanos, toda la familia, siempre pensaban en Noreña. Todos los hijos y los primos hemos tenido eso también, y ahora que estamos llegando al período del retiro, tenemos más tiempo para visitar Noreña", sostiene Rionda, que ayer culminó su visita a la tierra de sus ancestros tomando sidra, sabadiegos y picadillo en una sidrería de la localidad. Como un noreñense más.

Compartir el artículo

stats