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Los dueños de perros de Siero creen "desproporcionadas" las nuevas multas

La prohibición de que las mascotas anden sueltas y las sanciones por orinar, más del triple que las que puede recibir una persona, indignan a los afectados

Adolfo Alonso, con su perrita "Nima". franco torre

La nueva ordenanza de tenencia de animales domésticos de Siero genera sentimientos encontrados entre los dueños de perros. Por un lado, todos ven positivo que haya un mayor control sobre las mascotas y que se ejecuten acciones para evitar comportamientos poco cívicos. Por otro, la cuantía de las sanciones, sobre todo las que se imponen por llevar sueltos a los perros (de 1.501 a 3.000 euros) o por las micciones de los animales contra el mobiliario público o las fachadas (de 300 a 750 euros) oscilan, para los potenciales afectados, entre lo "desproporcionado" y la "vergüenza".

Con este último adjetivo califica, de hecho, la cuantía de las multas el lugonense Adolfo Alonso. "Me parece una vergüenza. Puedo entender que multen a los que no recogen la caca, pero es que ahora no van a poder ni mear, los pobres", sostiene Alonso, que tiene dos perras: "Canela" y "Nima". Sin ir más lejos, el lugonense llevaba ayer sin correa, por el parque de La Paz, a "Nima", una perra muy dócil y de pequeño tamaño. "Tengo que comprárselo ya, hoy mismo", exclamaba.

Por el mismo parque paseaba Eduardo Rodríguez con su perro "Homer". Su postura ante la ordenanza es similar al de Alonso: "La cuantía de las sanciones es excesivo. Está bien que haya control sobre los perros, sobre todo los de raza peligrosa. Pero no pueden imponer esas sanciones por dejarlo suelto en el parque o por que mee en una farola", sostiene.

Rodríguez, además, pone el acento en el distinto rasero que se aplica respecto a los perros y a otras actitudes poco edificantes: "Persiguen a los perros y después organizan la ruta de Santa Isabel, que lo dejan todo lleno de basura, mean en la calle y hasta te cagan en el portal, sin que les hagan nada. Pero claro, eso deja dinero", sentencia el lugonense.

Dejando a un lado la controversia sobre la Ruta de Santa Isabel, la crítica de Eduardo Rodríguez incide en el desequilibrio, en materia de sanciones, en las ordenanzas municipales. Sin ir más lejos, que un ser humano orine o defeque en la vía pública no está expresamente recogido en la Ordenanza de Policía y Buen Gobierno, aunque entraría dentro de las restricciones generales para las "conductas indubitadamente indecorosas".

Para estas, la sanción es la fijada en el artículo 59 del Real Decreto Legislativo 781/1986, que prevé, para un municipio del tamaño de Siero, una sanción máxima de 15.000 pesetas. Trasladado a euros, serían apenas 90, por 300 de la sanción mínima aplicable a un animal.

"Es que estamos hablando de unas sanciones exageradas. Que te puedan caer 3.000 euros por llevar suelto a un perro es exagerado. Y lo de las micciones, me pregunto si multarán si el perro lo hace en un árbol plantado en medio de la calle. ¿Eso se considera mobiliario? No lo sé, pero parece que los quisieran echar de las ciudades", sostiene David del Río. "Hay gente que vive con 600 euros al mes, no pueden pretender que pague ni ese mínimo de 1.500 euros", añade Estelia Gil.

En este debate, los dueños sí coinciden en que hay una minoría de ciudadanos que, con su manera de comportarse y cuidar a los animales, provocan malestar entre los ciudadanos. "Es cierto que hay gente que no recoge las heces o que deja sueltos a los perros y no atiende para ellos. Esos comportamientos nos hacen daño a todos", afirma Del Río.

Precisamente, la proliferación de esos comportamientos incívicos es la que lleva a algunos ciudadanos, incluidos dueños de mascotas, a aplaudir la dureza de las sanciones que se incluyen en la norma. "Yo lo veo muy bien. Mi perra es muy mansa, pero hay por ahí otros animales muy agresivos a los que hay que atar en corto. Y lo de las heces, lo mismo: mucha gente no las recoge. Lo vemos a diario", sostiene Ofelia Villamil, que pasea con su perrita "Zoa". Sobre la cuantía de las sanciones, Villamil es clara: "Si es poco dinero, la gente no reacciona. Pero da lo mismo cuánto sea: si cumples las normas no te van a multar".

Al igual que Ofelia Villamil, Manolo García también ve positivo el mayor control que impone la ordenanza, aunque discrepa con el hecho de que las sanciones sean similares para todas las razas: "Los perros peligrosos deberían estar más controlados que el resto", sostiene.

Natalia Gutiérrez también considera que es necesario distinguir entre los distintos tipos de perros, aunque incide en que el régimen sancionador de la ordenanza es malo de todas, todas. "Me parece mal. Puedo entender que pidan que vaya atado en las calles, porque puede salir a la carretera. Pero en el parque, estando controlado, no veo qué problema hay", argumenta la joven, que hace notar la carestía de espacios para que los perros puedan correr sueltos en Lugones, más allá de un pequeño recinto en la zona del ambulatorio.

Si hay uno, y muy amplio además, en la Pola, en la zona del molín. "Este sitio está muy bien, conozco gente de fuera, de Gijón incluso, que trae aquí a los perros. Aunque hay que mirar la hora a la que vienes, porque en determinados momentos está lleno de perros y pueden producirse peleas", explica Borja Sierra, que al mediodía de ayer paseaba por el recinto con sus perros, "Linda" y "Welcome". A su juicio, las sanciones son desproporcionadas y la ordenanza, en algunos puntos, imposible de cumplir: "A veces, los pobres salen apurados y mean nada más llegar a la calle. Y la cuantía de las sanciones, bueno, es una salvajada".

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