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Así se fragua un viaje en el tiempo

Cerca de 60 personas ayudan a echar a andar Valdesoto d'Antañu, una fiesta que comienza hoy y que convierte Leceñes en un pueblo de hace un siglo

Celso Granda Díaz, a la entrada de la casona. M. NOVAL MORO

Ya que no se puede viajar al pasado, Valdesoto ha decidido hacer lo más parecido a ese viaje: traer el pasado al presente. Desde hace doce años, la Casona de Leceñes, una edificacion señorial con su cuadra y su hórreo, se convierte en un pueblo de principios del siglo pasado gracias a Valdesoto d'Antañu, la fiesta asturiana que se celebra hoy y mañana.

A la casona y su entorno no les falta detalle, y hay mucha gente involucrada en ello que trabaja horas y horas por amor al arte. Esta semana ha sido especialmente laboriosa. Mientras gente como Manuel Pergentino Martínez y Juanjo García ponían en pie todo el montaje del exterior (puestos de venta, el bar, el arco de la entrada, los aderezos del hórreo, etcétera), otros, como Carmina Vega y Fernán Martínez, se encargaban de las labores de la cocina. Y las cifras de los fogones lo dicen todo. En estos últimos días se están cocinando 2.000 bollos preñaos, 2.000 rosquillas, 1.000 galletas de almendra y 400 de chocolate (la novedad de este año), así como marañuelas de Leceñes (que, según asegura la cocinera, no tienen nada que envidiar a las de Luanco y Candás) y 1.200 casadielles. A todo esto, se unen productos de la matanza del gochu, que venderán a lo largo de toda la jornada, tanto hoy como mañana: bocatas de torreznos, tortos con picadillo y pisto con carne guisada.

Estas cifras no vienen de un optimismo excesivo, sino de la experiencia. Es lo que suelen vender siempre que el tiempo acompaña. "Es lo que más le gusta a la gente, vienen, comen un pinchín, pican algo y toman una de sidra", explica Manuel Pergentino. Tanto el sábado como el domingo hay mucha gente, pero quizá el momento álgido corresponda a la mañana y la sesión vemú del domingo.

La iniciativa tiene mucho atractivo entre la gente de fuera, que se maravilla con todo el movimiento que hay: estampas típicas, representación de numerosos oficios tradicionales, obras de teatro costumbrista, siempre cargadas de humor, y todo ello en un entorno asturiano de gran belleza. Para poner en marcha todo ello es necesaria la participación de entre cincuenta y sesenta personas, que ayudan en la cocina, sirviendo, realizando los oficios y en las representaciones teatrales.

Tras la inauguración, hoy al mediodía, a la una tendrá lugar la entrega de la "Mención d'antañu" al Museo de la Sidra, algo que quiere ser un homenaje al sector sidrero asturiano, una de las grandes señas de identidad de la región.

Tras este acto, al que suelen asistir numerosas autoridades municipales, tiene lugar una degustación de cocina creativa que se ha convertido ya en un clásico. Los padres de las creaciones, Canor Gay y José Ángel Rodríguez, llevan varios días peleándose ("discutimos mucho", confiesan) para encontrar el menú perfecto, que -con algún previsible cambio de última hora, movido seguramente por su perfeccionismo- incluirá un bombón de foie, pan con tomate, ravioli de langostinos, tarta de guacamole con anchoa; huevo, patatas y bacon; zamburiñas; lenguado relleno de oricios en salsa de azafrán; torto de maíz con revuelto de queso; sándwich de rabo de toro; milhojas, y café sifón. Aunque algunos de los platos suenen muy convencionales, ellos han buscado la forma de presentarlos de una manera sorprendente.

Y todo para proporcionar a quien visite Leceñes una experiencia diferente, un viaje al pasado que es, a su vez, una reivindicación de los valores que perviven en el presente, y en un entorno, la casona, que cumple 300 años y que será objeto, hoy y mañana, de numerosos homenajes. La fiesta le debe mucho a la casona, y la casona se lo debe también a la fiesta. "Está mucho mejor conservada desde que empezó todo esto", concluyó Celso Granda.

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