El hecho de que una simple pintada "de escasas dimensiones", lleve a un joven sierense a tener que enfrentarse con la justicia italiana no pilla de sorpresa a los conocedores de un país que, sabedor de su gran riqueza patrimonial y lo que esta supone para el turismo y la cultura, cuenta con una legislación más estricta a la hora de castigar determinadas acciones.
Sin ir más lejos, en febrero del año pasado los daños ocasionados por un grupo de aficionados holandeses del equipo de fútbol Feyenoord en la fuente de Pietro Bernini de Roma, durante un desplazamiento para ver un partido en la capital italiana, generaron una importante crisis entre ambos países. El alcalde romano llegó a exigir a la embajada de Holanda que sufragase la reparación de los destrozos, pero las autoridades holandesas se desentendieron.
Un claro ejemplo mediático de la vocación italiana por proteger lo que considera su riqueza histórica. "Aquí son muy protectores con su patrimonio y tienen una cultura conservacionista que no existe en otros países", explica un arquitecto sierense afincado en Milán que, aunque dice desconocer en detalle el contenido de la legislación italiana en cuanto a materia de sanciones, da por hecho que "muchas cosas de las que se permiten en España en materia de patrimonio cultural, aquí están mucho más perseguidas y controladas."
