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El vigilante perenne de Perlora

"Espero que no construyan hoteles, que mantengan lo que hay y lo cuiden", afirma Belarmino Ardura, que trabajó durante 22 años en el complejo como jardinero y encargado de seguridad

Explicando las claves del antiguo comedor de la Ciudad de Vacaciones. I.G.

Belarmino Ardura es memoria viva de lo que fue la Ciudad de Vacaciones de Perlora. Trabajó durante 22 años en estas instalaciones que albergaron durante medio siglo a cientos y cientos de turistas llegados de varios puntos del país. "Entré a trabajar como peón en 1976 y me retiré el 20 de noviembre de 1998, el día de mi cumpleaños", expresa Ardura, un valdesano que antes se había dedicado a las labores del campo. Cada día de su vida después de estar jubilado no ha dejado de acudir a la Ciudad de Vacaciones para caminar y visitar lo que en su momento fue su trabajo. "Conozco esto palmo a palmo", relata Ardura mientras se dirige hacia la zona de cabinas donde tantas y tantas jornadas pasó cobrando a los turistas o bien comprobando los tickets de los residentes. La cabina de Ardura era otra, se renovaron hace veinte años.

Entró como peón y era el encargado de mantener segadas las praderías anexas a los edificios. Segaba con su propia guadaña. El inicialmente jardinero y más tarde vigilante recuerda que el estado actual del césped nada tiene que ver con cuando él trabajaba y el complejo tenía vida. El primer sueldo que tuvo fue de 12.000 pesetas y el último de 140.000. "Daba gusto cómo estaba antes, había vida, estaba lleno y cuidado; ahora da pena y solo pido que si se hace algo, que no construyan hoteles o cosas por el estilo, que mantengan lo que hay y lo cuiden", relata Ardura, al poco de contar que en días de lluvia se refugiaba en un chalé propiedad del Ayuntamiento de Oviedo desde el que veía todos los movimientos de la Ciudad de Vacaciones. "Estaba en un alto y desde ahí veía la llegada del tren y si entraba alguien", indica.

Pateó en mil y una ocasiones la Ciudad de Vacaciones, como ahora pero cobrando. Vio al Rey Juan Carlos cuando en 1976 visitó Perlora para ver una exposición de amarres para las vacas. "Robos alguno vi, en la época de Navidad recuerdo que hubo uno que hicieron unos golfetes, a muchos los pillé in fraganti", cuenta el vigilante retirado, que también llamó la atención a alguna que otra pareja que se colaba en los chalés "para hacer lo que ya se sabe". Cuenta que en el comedor se dieron comidas para miles de personas y también que se derribaron edificios "sin motivo" como ocurre con el hotel donde el PCE celebró uno de sus congresos más polémicos allá por 1979.

Ahora, Belarmino Ardura añora aquellos tiempos en los que las empresas eran las dueñas de los chalés, "que estaban en perfectas condiciones". "Espero que después de un tiempo abandonado, el Principado dé una solución, según está todo me produce tristeza", relata la memoria vida de lo que fue la Ciudad de Vacaciones al tiempo que se fija en la antigua librería anexa a las oficinas generales.

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