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De Aquí A Lima

Elegir "tuto" o "muete"

La condena de viajar desde el centro de Asturias a Madrid y estar obligado a escoger entre un avión caro que sale de un aeropuerto al que se tarda en llegar más que a cualquier otro de España o un tren renqueante y sin servicios

Elegir "tuto" o "muete"

Fue muy popular un viejo chiste que hacía tropezarse en la calle a dos amigos de inteligencia incompleta y uno le pedía al otro que eligiese "tuto" o "muete". Por supuesto, el interpelado, pese a las bombillas fundidas, elegía "tuto".

En la misma disyuntiva se encuentran los vecinos del área metropolitana -excluyendo las grandes ciudades- que deben viajar a Madrid un domingo por la tarde. La mayoría elige el mal menor, el "tuto": el tren. Porque elegir avión es escoger -en sentido figurado, entiéndase- "muete": la menos buena de las opciones. Cuatro veces más cara y casi igual de lenta. Para cualquier vecino, pongamos, de Siero, Noreña o Llanera, es muy difícil llegar al centro de Madrid en menos de cuatro horas, aunque viaje en avión.

Echemos cuentas: Lo más rápido es ir en coche al aeropuerto. Sin tráfico y respetando los límites, necesitará unos 40 minutos para llegar hasta Santiago del Monte (unos 60 kilómetros). La compañía exige estar allí 50 minutos antes de que salga el vuelo así que, cuando el avión despega, llevamos ya hora y media de viaje.

Un estudio reciente certificó que el de Asturias es el aeropuerto al que más se tarda en llegar desde el centro de la capital de provincia de todos los aeródromos españoles. Casi veinte minutos más que la media del resto.

Si el avión sale en hora -niebla mediante- y no hay problemas con los slots de aterrizaje, en 70 minutos tomará tierra en Barajas. Luego, un cuarto de hora más entre alcanzar una pasarela que lo enchufe a la terminal y desembarcar en espesa fila india por la puerta delantera. Además, un paseo de diez minutos desde que pisamos el aeropuerto hasta la salida. Eso si no hemos facturado y toca esperar.

Aun con equipaje de mano y habiendo ido en coche al aeropuerto se alcanzan las tres horas al pisar la calle en Madrid. Luego depende del transporte y de cuál sea el destino final, no será difícil rozar las cuatro horas. El metro, por ejemplo, tarda unos 40 minutos desde la T4 hasta la Gran Vía o a la Puerta del Sol.

La cosa se complica utilizando transporte público desde casa. Habría que añadirle mínimo media hora más al trayecto para, primero, llegar en tren o autobús hasta Oviedo, y desde allí enlazar a un aeropuerto al que no llega el tren, solo autocares, uno por hora.

Cierto es que en tener un transporte público ineficiente no estamos solos. A todos los aeropuertos españoles, sin excepción, se llega antes en coche. Solo Madrid y Valencia tienen un transporte público que asemeja los tiempos de viaje a los del vehículo particular, y es por la densidad del tráfico. Mal de muchos? ya se sabe.

Regresando a Asturias y al domingo por la tarde, la conclusión es que casi estamos condenados a elegir "tuto" porque es imposible encontrar un avión en esa franja de aquí a final de año por menos de 180 euros. Este diario publicó ayer la intención de Iberia de pasar los vuelos baratos de las 11 a las 20.30, pero casualmente no el del domingo. Y a nuestro viaje en avión tenemos que sumarle el coste de los transportes urbanos de Asturias y Madrid, o la gasolina y el aparcamiento del aeropuerto (a 12,50 euros el día).

Ante este panorama, el tren podría parecer una alternativa adecuada. Renfe ofrece un viaje de poco más de cuatro horas desde Oviedo a Chamartín. Salida 19.37 y llegada 23.49, por unos 50 euros. Un precio razonable y un buen horario que permite estirar la jornada de descanso en Asturias y llegar a Madrid a una hora prudente. Pero poco a poco nos daremos cuenta de que el horario es de lo poco aceptable del viaje.

Este tren de mohatra es el Alvia 04190. Cuatro vagones de clase Turista (no tiene Preferente) con unos 75 asientos por vagón. Al sacar el billete el viajero puede elegir su asiento en sentido de la marcha o de espalda. Da igual, porque lo que la compañía no dice es que, gracias al ingenioso fondo de saco de León, todos irán medio viaje hacia delante y otro medio marcha atrás.

Tampoco advierte de que el convoy no lleva cafetería. En un viaje de cuatro horas y diez minutos, y a la hora de la cena. Para apaciguar a los imprudentes que no se llevaron el bocata y la Coca-Cola de casa, en la parte central del convoy hay dos máquinas de autoservicio, una de bebidas y otra de chocolatinas y varios. Todo un lujo. Siempre que funcionen, porque el domingo pasado, sin ir más lejos, la de la "comida" estaba fuera de servicio y la de las bebidas vacía, igual que los dispensadores de jabón y toallas de papel de -al menos- uno de los baños.

El servicio de entretenimiento va en sintonía con el de restauración. Los televisores del tren están encendidos cuatro horas largas exhibiendo el logotipo de Renfe y el número del vagón, no sea que por poner una película alguien se pierda y no sepa volver a su asiento. O se olvide de con qué compañía viaja. Como si hubiese alternativa.

El entretenimiento hay que llevarlo de casa, pero, además, si es tecnológico habrá que tener la cautela de que tenga batería y no necesite internet porque el tren no tiene enchufes ni wifi. Y los datos móviles son inútiles en un trayecto de pésima cobertura.

El renqueante mercado laboral endógeno condena a miles de asturianos a trabajar fuera, y los monopolios aéreo y ferroviario obligan a los centenares de viajeros que utilizan cada domingo por la tarde el transporte para regresar a su trabajo a pegarse por un asiento en un avión caro o un tren lento y displicente.

Hace unos años el entonces consejero de Sanidad, Ramón Quirós, hizo famosa una soflama anti-escaqueos para los funcionarios: "de casa hay que venir desayunados, cagados y con el periódico leído". Renfe tendría que advertir que para coger el Alvia de las 19.37 hay que subirse "cenado, hidratado, con las manos limpias, las películas descargadas y los dispositivos con batería". Y al que viajar así le dé "tuto", que hubiera elegido "muete".

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