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La música madruga en el concejo

La Escuela de Llanera entusiasma a los niños desde pequeños con disciplinas atractivas y actuaciones que los convierten en aficionados para siempre

Nunca llueve a gusto de todos, y menos en las disciplinas artísticas. Eso lo saben muy bien en Llanera, donde los niños, desde muy pequeños, se familiarizan con la música y ya muestran una gran disparidad de gustos, muy acorde con los tiempos que corren, propicios a la diversidad.

Un ejemplo: los alumnos más jóvenes de guitarra de la Escuela de Música de Llanera, que practican en clases individuales la técnica clásica con Carlos Cuanda, tienen también una clase de grupo de lenguaje musical. Es esta una asignatura que, en principio, no entusiasma a casi nadie. He ahí la clave, el casi. Porque de los cinco que estaban ayer peleando con negras y corcheas en un compás de dos por cuatro, uno de ellos, Hugo Fernández, decía que prefería aquello a tocar la guitarra, ante la mirada extrañada del propio profesor y de sus compañeros, Alberto García, Martín Molinos, María José Sánchez y David Fernández, que tenían claro que para ellos el instrumento estaba muy por encima en su consideración de la aridez del estudio del compás.

Otro ejemplo son las jovencísimas hermanas gemelas Paula y Sara Rubio, que van juntas a música y movimiento y, además, se han decantado por el piano. Pues a Paula le gusta más el movimiento, y a Sara el piano.

La Escuela de Música de Llanera tiene 350 alumnos, de los que un centenar son menores de 8 años, que casi en su mayoría forman parte de los cursos de iniciación. La música, y en esto no hay desacuerdo entre quienes la practican, proporciona un gran placer cuando se empieza a dominar un instrumento, pero resulta muy árida en los momentos iniciales. Y en unos instrumentos más que en otros.

Uno que no es muy agradecido al principio es el clarinete. El profesor de este instrumento en la escuela llanerense, Alfonso Vega, que también imparte clases de bajo eléctrico, explica que el clarinete tiene el problema de que, al principio, cuesta hacerlo sonar y los niños tienen que echarle tesón y paciencia, y reconoce que no siempre la tienen. "Entonces, tienes que buscar la manera de animarlos, buscas recursos, les pones videos de otros niños tocando, los intentas animar con lo que puedas, y vas consiguiendo que trabajen", explica.

Otro recurso muy bueno que tiene la escuela es que, a los pocos meses de comenzar el curso, ya sea de iniciación o más avanzado, los alumnos dan su primer concierto. "Salir a tocar es lo que los motiva, subir al escenario, ver a la familia; da igual lo que toquen, con el nivel que tengan dan el concierto", señala. Así, los niños ya se familiarizan con el hecho de tocar y se sienten muy incentivados y atraidos por la música.

Con respecto a la elección, aunque el piano es el rey, por delante de la guitarra, según Carlos Cuanda son los niños siempre los que eligen, con lo que es fácil que haya adeptos a todos los instrumentos. "Cuando están en música y movimiento, los empezamos a llevar a todas las aulas para que conozcan los instrumentos, y cada uno va viendo lo que más le gusta hasta que, cuando llega el momento, elige", explica.

Pero no todo son instrumentos. Además de la música y movimiento, que familiariza a los más pequeños con los sonidos a través de juegos con pelotas y aros o ritmos con instrumentos sencillos de percusión, tienen la oportunidad de asistir a clases de conjunto coral. Así, aprenden a cantar y, lo que es más importante, a escuchar mientras cantan. Así las cosas, la música empieza a formar parte inseparable de su vida y muchos nunca la llegan a dejar.

Es la mayor satisfacción para los profesores: ver que aquellos torpes y entusiastas músicos que no levantaban un palmo se convierten con el paso de los años en profesionales o amantes perpetuos de la música.

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