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¡Chavales, al tren!

Gerardo Núñez guía a 55 alumnos del colegio Palacio de Granda en una visita a la muestra polesa con piezas de su colección ferroviaria

Gerardo Núñez esperaba impaciente en la inesperada estación de tren que, en el vestíbulo de la Casa de Cultura de Pola de Siero, abre paso a la nutrida exposición con piezas de su colección ferroviaria. Ante ese andén imaginario, caminando en zigzag como si fuera el mismísimo jefe de estación de Innisfree (el pintoresco pueblo donde transcurre la deliciosa película "El hombre tranquilo" de John Ford), Núñez esperaba por los 55 pasajeros que, a bordo de un autobús, cubrían el trayecto entre el colegio Palacio de Granda y esa estación inverosímil.

"Al que no le guste el ferrocarril, el tren, puede volver para el bus", afirmó Núñez, a la llegada de estos singulares pasajeros, todos ellos alumnos de quinto curso del colegio. Mas nadie se movió del sitio, impresionados todos por el entusiasmo de Núñez y por las maravillas que les esperaban.

"¿Qué queréis ver primero?", preguntó Núñez a sus pasajeros, franqueada ya la puerta de la muestra. De inmediato, como accionadas por un resorte, media docena de manos señalaron a un expositor que, junto a la entrada, exhibía decenas de gorras vinculadas a los distintos oficios de los ferroviarios, civiles y militares. Con paciencia infinita, Núñez explicó a los chavales a quién correspondía cada gorra, y cómo los motivos bordados y su distribución identifican los distintos oficios.

Desde ahí, el grupo recorrió las distintas secciones de la muestra, con los chavales siempre atentos a las palabras de Nuñez, con sus bocas abiertas como si trataran de engullir el asombro, con sus ojos rivalizando en diámetro y brillo con el reloj de la estación.

Tras la locomotora de Núñez, los rapaces despacharon billetes, sonrieron a las señales luminosas y aprendieron un montón de cosas sobre el mundo del ferrocarril. Como la dinámica de las comunicaciones. "Me sorprendió que pudieran atender treinta líneas a la vez", afirmaba, tras la visita, Sara Lavandeira. "Yo no sabía cómo hacían con las ruedas, cuando les dan martillazos y les ponen aceite", añadía Mario Álvarez. Para la mayoría, no obstante, lo mejor fue una espectacular maqueta con un tren eléctrico, que les hizo sentir como auténticos jefes de estación.

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