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"Cualquier día abro la puerta y tengo al oso delante", dicen en Ricao

Un plantígrado atacó dos noches seguidas las colmenas del pueblo quirosano

La caja destrozada por el oso.

Desde el domingo, Adamina Osorio no concilia bien el sueño. Ya van dos noches consecutivas en las que un oso le derriba las colmenas y se da un atracón de miel y cera. En la segunda de las incursiones, trató de ahuyentarlo desde la ventana de la habitación con voces y palmadas. Todo a unos cinco metros de su casa, en el pueblo quirosano de Ricao. En la vivienda estaban Adamina y su hija Valentina.

El FAPAS (Fondo para la Protección de los Animales Salvajes) valló el colmenar y colocó ayer un pastor eléctrico para prevenir más ataques. Además, instaló una cámara de seguimiento para captar al oso y obtener más datos sobre su estado. Roberto Hartasánchez, presidente de FAPAS, abogaba por una mayor protección y apoyo a los pequeños apicultores, que desarrollan una gran labor en la naturaleza. El verano tan seco induce a los osos a buscar comida en las cercanías de los pueblos, donde hay más frutales y colmenas, pues hay escasez de alimentos en el monte. El cambio climático afecta a todos los ciclos vitales y también al de oso pardo cantábrico.

A estos apicultores de Ricao, hace unos años, otro plantígrado ya les había tirado otra colmena, pero no la había devorado. Ahora son bien visibles los estragos. Panales diseminados por el suelo (la mayoría solo conservan el marco de madera), con la cera y la miel consumidas allí mismo por el animal.

Adamina Osorio y su hijo Aladino Fernández mantienen la tradición familiar de la apicultura desde hace unos cuarenta años. Un pequeño colmenar de seis cajas, al lado de casa para el consumo familiar. Siempre estuvo en el mismo sitio desde hace décadas. Es la última casa del pueblo, en la zona del Pradal, en el camino que va a varias fincas y a la mortera del Teixo. A unos doscientos metros se encuentra un camino natural, continuación de la Senda del Oso, el llamado Camín Real o Camín de las Reliquias.

No es la primera ocasión en que los apicultores de Ricao sufren los daños del oso. Hace unos años entró en otro colmenar en las afueras del pueblo, La Picona, y destrozó varias cajas y en la una zona cercana al último ataque derribó y comió varias cajas a otro productor de miel. Media docena de ataques en los últimos años que lleva a estos pequeños productores a abandonar la actividad o invertir un dinero en medidas de protección que nunca recuperarán. El disgusto y la posibilidad de que el oso vuelva a por más miel asustan a Adamina Osorio: "cualquier día abro al puerta y lo tengo delante".

En esta época el oso busca comida para preparase para la hibernación, menos frecuente, ahora, por la ausencia de inviernos rigurosos. Los plantígrados ya no dudan en acercarse a los pueblos y saquear colmenas, pumaradas y otros árboles frutales. El domingo otro oso fue visto al lado del pueblo de Arroxo y del caserío del Quintanal.

En muchos pueblos de vecino concejo de Proaza los vecinos temen salir de las casas al anochecer. El temor les lleva, a los más mayores, a portar silbatos o aparatos de radio cuando van a caminar fuera del pueblo. En otro pueblo proacín, Banduxu, atacó y devoro un burro hace unos días. El pasado verano el cementerio de pueblo tevergano de Taxa sufrió la intrusión de un oso en busca de un enjambre que estaba en el interior.

El Principado, en palabras de la consejera de Agroganadería, María Jesús Álvarez, está buscando medidas para alejar a los osos de los pueblos, pues cada vez es más frecuente que estos animales se acerquen a las poblaciones.

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