Más de tres lustros después de nacer como una bocanada de aire para el comercio local, el mercadillo de Lugones vive sus horas más bajas. Al menos eso aseguran los vendedores ambulantes incondicionales de la cita semanal desde su creación, que califican la actual como "la peor época en número de puestos, de clientes y de volumen de gasto" y claman por medidas para tratar de frenar un declive que amenaza su actividad en el medio plazo.

Entre los que no faltan a la cita desde su creación en el año 2000 está el matrimonio formado por José Hernández y Rocío Ferreduela, que ven desde sus puestos cómo las ventas son cada vez más flojas. "Venimos porque somos de La Corredoria y nos queda a un paso, si no ya lo habríamos dejado seguro", indica Hernández, que apunta a la gran competencia como principal causante de la pérdida de compradores.

"Cada vez hay más grandes superficies y bazares orientales con los que cuesta competir en precio", sostiene el vendedor, que ve necesario un mayor apoyo de las administraciones para evitar que se pierdan este tipo de mercados. "Deberían de reducir los precios de la licencia en invierno, pues la mitad de los días no podemos ni ponernos a vender por la lluvia", sugiere.

Igual de negativa se muestra la vendedora de prendas de vestir, Soraya Álvarez, que desde los inicios acude a este mercado y dice ser testigo de primera mano de como las ventas fueron decayendo. "Según fueron abriendo los grandes centros comerciales perdimos clientes y la crisis nos remató", comenta Álvarez, que, aunque asegura que es un mal general de todos los mercadillos, cree que el de Lugones lo está padeciendo de manera más aguda. "Citas dominicales como Gijón o Grado se mantienen, la Pola no es lo que era y Lugones está cuesta abajo", explica.

Algo mejor, pero con matices, les va a los vendedores de productos de la huerta, que fundamentan su resistencia en la caída de la oferta campesina y la gran demanda en épocas puntuales. "Tanto el otoño como la primavera son épocas que dejan bastantes ventas", cuenta Belén Muñiz, que no obstante, cree que la caída de los pequeños mercadillos es progresiva. "Hay saturación de mercados pequeños como La Corredoria, Noreña o Lugones", defiende.

"Cada vez peor", "caída libre", "panorama desolador" son algunos términos que utilizan otros vendedores como Raquel Suárez, que tomó las riendas hace dos años de un puesto familiar de productos de la huerta y no se muestra para nada optimista. "Pasan las semanas y las ventas menguan", advierten, mientras otros apuntan a la competencia desleal de vendedores piratas y comercios que tienen capacidad de comprar al por mayor como principales males.