"Yo sigo haciendo cosas, y voy incorporándolas al museo". Manuel Fernández, Manolito "El Pegu" conserva intacta su vocación de hacer miniaturas, y así su museo, aunque está bien hecho y rematado, sigue creciendo de forma paulatina. A las miniaturas que pueblan el amplio espacio de la romería -donde aparece gente merendando, jugando en los feriales o de paseo, y también casetas, atracciones, la capilla de Nuestra Señora del Buen Suceso y hasta animales- se han sumado ahora dos pequeños espacios. Uno, una reproducción del aula en la que él mismo estudió en los años cuarenta, con sus pupitres, sus mapas y su pizarra, construida con todo lujo de detalles. No faltan la estantería con libros, la mesa del maestro ni tampoco el crucifijo presidiendo la sala, y hasta hay, en una esquina, un pequeño paragüero con varios paraguas. Él llama al espacio en el que está situada la escuela "El tiempo de la radio".

El otro es una maqueta a escala de la ebanistería de José Carril, en la que aprendió el oficio a mediados de los años cincuenta, que ya era "El tiempo de la televisión". El Pegu dice que le debe gran parte de su pericia a Carril, y a lo que aprendió en aquel taller. Ahora, como homenaje, aparece representado a escala con una gran precisión, con planchas de madera, virutas, muebles, herramientas y una máquina que es uno de sus mayores orgullos de los últimos años, y que mantiene una fidelidad impresionante con el original.

Bajo cada una de estas reproducciones aparecen, respectivamente, una radio y una televisión muy antiguas. La tele, concretamente, es la primera que tuvo su familia. Toda una reliquia de la era predigital.

Además de las figuras, El Pegu se empeña también en mejorar la calidad de la luz del museo. Está añadiendo nuevas luminarias en espacios de difícil acceso para darle más vida a su creación. Es una forma de aumentar la calidad y la vistosidad de un museo que crece en adeptos.