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Grado con acento texano

"Es una gran experiencia, otro mundo, pero aprendes a valorar la calidad de vida de aquí", señalan los alumnos moscones que pasaron quince días en EE UU

La interpretación del himno de EE UU antes de un partido del Instituto de Georgetown. REPRODUCCIÓN DE S. ARIAS

Mario Álvarez no quería pensar ni por un minuto en viajar a Texas (Estados Unidos) con el programa de intercambio del Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) Ramón Areces de Grado. Ya se había escabullido del viaje a Hannover (Alemania). Pero su madre lo inscribió: "Yo no quería ir, pero me obligaron, y ahora quiero viajar a tope", afirma el joven con una amplia sonrisa. El intercambio le ha cambiado la forma de pensar por completo, abriéndole a nuevas experiencias e intereses. Ese es el principal valor que destacan los estudiantes desplazados, la experiencia vital.

El centro moscón se caracteriza por posibilitar a su alumnado intercambios con centros de otros países, y el Ramón Areces ya ha dejado su huella en Francia, Inglaterra, Alemania, Hawai, Ohio o Nueva Zelanda, entre otros lugares. Unas experiencias en las que "aprendes a convivir sin tus padres, con una familia que no sabes quiénes son, y te manejas en otro idioma", destaca Marina Suárez.

El grupo viajó a Texas en octubre, donde durante quince días disfrutaron de la vida americana, "como las películas", dicen a coro. "El cambio cultural es increíble, es otro mundo", añade Josué Argüelles. Uno de los aspectos que más les llamó la atención fue el sistema escolar norteamericano, muy distinto al español.

"Tienen poca cultura general, creo que ni si quiera sabían dónde estaba España, pero tienen unos estudios muy especializados, más que aquí en primero de Bachiller", comenta Carmen Blasón, muy feliz tras el que ha sido su segundo intercambio: "Me gusta mucho hablar inglés y se mejora mucho a base de oírlo y practicarlo todo el tiempo". Además, les pareció curioso que los estudiantes puedan estar en el aula con los teléfonos móviles, comiendo o, simplemente, sin hacer nada. "Lo hacen para que no molesten a los que quieren aprender, aunque allí las clases son más entretenidas", tercia Jesús Fernández.

Las clases en inglés se llevaban bien "si atendías y ponías atención", subraya Óscar Rodríguez, y les gustó mucho que los estudiantes norteamericanos que deciden ser profesores comienzan sus prácticas en los colegios mientras están en el instituto. Pero quizás, lo que más les encandiló fue que sus corresponsales podían conducir: "Fue lo que más me gustó", sostiene Fernández, "no caminan, van a todos los sitios en coche". Blasón añade que, cuando los texanos estaban en Grado, se extrañaban de que fueran a hacer la compra caminando y volviesen a casa cargando las bolsas. "Con el mercao fliparon, ¡compraron hasta madreñas!", advierte Álvarez.

Durante su estancia también disfrutaron del típico baile de instituto, aunque Mario Álvarez lamenta no haber podido probar el ponche y que la fiesta se acabó a las 11 de la noche. "Luego cuando vinieron les extrañaba estar hasta las 12 por ahí, que tampoco es muy normal, pero aprovechamos porque no sabemos cuándo volveremos a estar juntos", indica Blasón.

Les tocó vivir en Estados Unidos en plena campaña presidencial. Algunos vivían en casas con carteles de Trump por todos lados y otros se alojaron con familias demócratas. "El sueño americano es una buena casa, un buen trabajo, un buen coche y buenos vecinos", detalla Raquel Álvarez. Tampoco les pasó desapercibida una banda de payasos que sembró el pánico en Texas en Halloween ni tampoco la nueva ley del estado, que permite a los texanos mostrar sus armas por la calle. "Es otro mundo", insiste Argüelles.

Una vida "mucho más rápida" que en España que les ha servido, dicen, "para aprender a valorar España, ni la comida ni la calidad de vida la tienen allí, nos quejamos de vicio". Eso es, la siesta y la fiesta, los clichés entre los estudiantes norteamericanos. Tras la experiencia allí, los alumnos destacan que se han animado a estudiar o trabajar fuera de las fronteras del país.

La estancia en Estados Unidos les quitó de asistir a clase pero, según los resultados, nadie lo diría. "En matemáticas hemos sacado mejores notas que los que se quedaron en clase, hay que esforzarse más pero merece la pena", opina Blasón. Todos se han esmerado en las semanas posteriores para llevar la evaluación al día e incluso más, porque apretaron bien el acelerador para estar libres de carga durante la visita de los corresponsales norteamericanos. ¿Las claves? Más trabajo y más esfuerzo pero con ilusión dejan claro que todo se puede.

Algunos ya planean su próxima visita a Texas para el próximo verano: "Yo voy a ir fijo, la madre me dijo que era como un cuarto hijo y eso me llegó a la patata", bromea Fernández. La despedida fue amarga, con emociones y recuerdos que pervivirán para siempre en sus memorias.

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