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Una emprendedora con mucha tela

María Jesús Bobes achaca a su "fe en los clientes" su capacidad para sortear las crisis con las que ha lidiado desde que abrió su mercería hace 31 años

María Jesús Bobes, detrás del mostrador de su mercería de Lugones. L. BLANCO

"Tengo mucha fe y cariño por mis clientes". Así resume la dueña de Novedades Anahí, María Jesús Bobes, la clave para que después de 31 años se mantenga, con la misma ilusión del primer día, volcada con una mercería en la que vio una oportunidad de labrarse un futuro laboral por sus propios medios y superó contra viento y marea todas las dificultades que le salieron al paso.

Apenas tenía 23 años cuando decidió dar el salto. Tras nueve años trabajando en la mercería Olympia de Oviedo, dio el paso y comenzar su propia aventura empresarial. "Había empezado con 14 años, aprendí mucho, pero no prosperaba", recuerda la mujer, llanerense de nacimiento pero que a la edad de un año se trasladó a vivir a Lugones, donde desde entonces hace prácticamente toda su vida.

La decisión no fue fácil y aunque reconoce que "los comienzos fueron muy duros", con jornadas eternas de trabajo, consiguió fraguar una buena cartera de clientes. "Hay gente que lleva viniendo por aquí toda la vida", apunta para luego asegurar que "los hay que, aunque ya no compren por ser muy mayores, se pasan a saludar o a felicitar las fiestas".

Es ese vínculo el que considera clave para superar las adversidades de tres décadas en las que asegura haber vivido de lleno las diferentes crisis. "Ninguna tan dura como la última, lo tengo claro", indica una mujer que comenzó trabajando con telas y fue poco a poco ampliando su oferta. "Al principio la clientela habitual eran las modistas, pero ahora quedan sólo cuatro", sostiene Bobes, que apunta a una ligera recuperación con los cambios de mentalidad. "Aprecio que en los últimos años está creciendo la afición por las manualidades y hay un grupo de gente más joven que suelen venir a comprar material".

De todos modos, recuerda que al igual que como ocurre en otros negocios, la demanda varía según las épocas y precisamente es en esta en la que sus ventas empiezan a remontar. "Desde hace muchos años el Carnaval tiene tirón y es habitual que las ventas crezcan de manera importante en los meses de enero y febrero", sostiene.

Con todo, reconoce que a sus 54 años y tras cuatro décadas trabajado "de estrella a estrella" se queda más con lo positivo que con lo negativo, y en ese primer apartado tiene muchos nombres que mantiene en un pedestal. "Hay clientes que con el paso del tiempo los quieres más que a muchos familiares", comenta la mercera que en 31 años apenas ha catado las vacaciones.

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