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Poreñu, refugio contra las ondas

"Internet ofrece el mundo, pero el precio a pagar es muy caro", asegura Blanca Blanco, que halló en el pueblo maliayés el remedio a su sensibilidad electromagnética

Blanca Blanco, sentada en el centro, con sus compañeros de clase de baile de Poreñu: de pie, por la izquierda, Mónica Campa, Ana María Meana, Carmina Menéndez y José Antonio Sanz y, sentados, Aida Cardín y Víctor Menéndez Valdés. P. M.

No puede ir al cine, montarse en transporte público, ver la televisión, escuchar la radio ni estar allí donde se concentren varios teléfonos móviles. La sensibilidad electromagnética que le diagnosticaron a la gijonesa Blanca Blanco Álvarez la llevó a huir de su ciudad en busca de un espacio con menor radiación. Lo encontró en Poreñu (Villaviciosa), que ella misma bautizó como un "pueblo blanco": físicamente se encuentra mejor y agradece, por encima de todo, la acogida de los vecinos.

"He tenido mucha suerte con la gente, estoy encantada. Son muy respetuosos y comprensivos, hospitalarios y generosos", describe Blanco, que supo que padecía la enfermedad hace un año. "Aquel día me instalaron la red wifi en casa y por la noche me desperté con un ruido insoportable en la cabeza. Me levanté, recorrí la casa y me di cuenta de que empeoraba cuando pasaba por donde estaba el ordenador", relata la gijonesa, maestra jubilada y siempre en contacto con la informática. Los síntomas fueron cada vez más frecuentes y empeoró tanto que decidió irse de Gijón. "Si se toleran setenta unidades de radiación, tenía 700 por las antenas y 600 por el teléfono inalámbrico", pone como ejemplo de la intensidad a la que estaba sometida.

Esto es algo que tienen en común los integrantes de la Asociación de Enfermos con Síndrome de Sensibilidad Central de Asturias (ASSESCA): "todos coincidimos en que hemos tenido que huir de casa. Hay gente que incluso ha tenido que irse a vivir al monte, prácticamente a una cabaña", para escapar de la radiación. Salvo una asociada que vive en Oviedo, "los demás todos en sitios apartados", pues cualquier fuente de radiación electromagnética puede hacerles la vida imposible. "Las redes wifi, la telefonía móvil, pueden afectar las columnas de media tensión e incluso pasar bajo unos cables de electricidad", enumera la gijonesa.

Al aislamiento que sufre quienes padecen la enfermedad se suma, muchas veces, la falta de apoyo del entorno, incluso del familiar. "Puede haber personas que no te crean", explica la vecina de Poreñu, quien lamenta que "el reconocimiento de la enfermedad va a costar años y mucha gente enferma". El problema, denuncia, es que la legislación española "es muy permisiva y permite mucha radiación", además de que las autoridades sanitarias no identifican la enfermedad como tal. "Se presenta otro problema, que con esto no puedes trabajar", apunta la exprofesora, quien conoce varios jóvenes en edad productiva en la asociación sin amparo alguno. Atrapados por las nuevas tecnologías, Blanco apunta que "Internet ofrece el mundo, pero el precio a pagar es muy caro". Muy activa social y culturalmente cuando residía en Gijón, en Poreñu se ha integrado en las actividades de la asociación vecinal. "Hay una fortaleza y generosidad muy grandes", destaca.

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