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Jefes de cabina únicos en el Prendes

Manuel Fernández y Abel Santos Méndez recogen el premio "Aurora" honorífico por un oficio que el teatro de Candás cuida y protege

Manuel Fernández y Abel Santos Méndez, ayer, en el escenario del Teatro Prendes de Candás. A. F. V.

Supervivientes de un oficio en vías de extinción, defensores de la minuciosidad que requiere el trabajo entre bambalinas y acostumbrados, como pocos, a realizar una labor tan oscura como necesaria que les mantiene en un segundo -o tercero o cuarto- plano. Manuel Fernández Ventoso y Abel Santos Méndez Martínez, son el exjefe y el jefe de cabina del teatro Prendes de Candás respectivamente. El primero se jubiló hace ya 14 años y el segundo lo hará el próximo mes de diciembre. Su medio siglo de experiencia profesional les ha servido, además de para ver la evolución del cine y las artes escénicas, para recibir el premio "Aurora" honorífico, que se entrega hoy (21.00 horas) en el teatro Prendes, junto al resto de distinciones del Salón de teatro costumbrista.

"Somos de los últimos supervivientes que quedan de una profesión muy digna que, desafortunadamente, hoy ya ha desaparecido. Un oficio que, para desempeñarlo hay que llevarlo muy adentro, y que engancha como si fuese veneno". Fernández y Méndez han llevado carreras profesionales paralelas. Ambos quemaron etapas de formación en el teatro Jovellanos de Gijón -"una de las mejores escuelas para esta profesión, de la que todos salíamos con un sentido de la responsabilidad enorme"- para, posteriormente, trabajar en distintas salas de cine de la región, antes de agotar sus últimos años de vida laboral en el Prendes de Candás.

"Es una profesión que te tiene que gustar, porque te obliga a sacrificar todos los fines de semana. Te privas de poder salir, de ir al fútbol... Te tiene que gustar", incide una y otra vez Fernández, quien a sus 79 años todavía se le encienden los ojos al recordar cómo, en 1956, comenzó a ser aprendiz del coliseo gijonés. "Me gustaba mucho la profesión porque era muy artesanal, no como ahora", suspira. Fernández compaginó su trabajo como operador tanto en el cine como en el teatro; si bien asegura tener especial predilección por el séptimo arte. En contraposición, el actual jefe de cabina del Prendes se decanta por el teatro. "Me siento más partícipe", asegura el gijonés, que aún recuerda su primera "participación" en una función en el Jovellanos.

"Era la obra 'Los Emigrados', y la protagonizaban José María Rodero y Agustín González; qué manera de transmitir. Aún se me pone la piel de gallina cuando lo recuerdo", asegura.

Ambos mantienen que la suya es, ante todo, una profesión con buena parte de vocación, en la que el protagonista, indudablemente, debe ser el espectador. "Da igual que haya una persona o cuatrocientas en el patio de butacas; todas nos merecen el mismo respeto, porque han pagado la misma entrada", argumentan casi a coro. "Lo mismo pasa con la puntualidad. No se puede dar tiempo de cortesía a los espectadores, debe respetarse y dársele prioridad a aquellos que llegan puntuales".

La suya es una profesión abocada a la desaparición por las nuevas tecnologías. "En el Jovellanos llegamos a ser 32 personas trabajando durante todo el año. Cuando cerró sus puertas, en 1987, éramos ocho", repasa Méndez, quien extrapola su ejemplo al cine: "Hoy en día para hacer funcionar una multisala de diez proyecciones sólo hacen falta tres personas: Una para vender entradas, otra para la cafetería y otra para coger las entradas. Poner en marcha los proyectores es algo que, hoy en día, se puede hacer desde Madrid o con una aplicación móvil".

Si el oficio de operador de cabina está en peligro de extinción, el Prendes es, sin lugar a dudas, su reserva natural. Ambos llegaron aquí tras los reveses sufridos en el sector. "En las últimas décadas ha mejorado mucho. Cuando llegué aquí había muy pocos medios. Es una gran joya", sostiene Fernández, sobre "la envidia de muchas ciudades de Asturias". "Es un lujo para Candás y tiene una gran actividad que esperamos mantenga", concede Méndez, a su lado, en medio del escenario frente a un patio de butacas vacío, al que ellos, con su trabajo y desde la sombra, han conseguido "hacer disfrutar muchas tardes de sus vidas". A partir de diciembre tendrán que recoger su testigo.

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