"Yo no soy un héroe. Héroes son los que dieron su vida por hacer de éste un mundo mejor, no yo, que hice lo que hubiera hecho cualquiera". Lo advierte nada más llegar, al tiempo que estrecha, con firmeza la mano. "Perdón por esto. Es que a veces la vida...", se disculpa, en un castellano perfecto, mientras recoge del suelo un pequeño tupper con unas pocas monedas y un cartel con el que pide trabajo o ayuda en una acera junto a la plaza Ruiz de la Peña de Oviedo. Es su única forma de vida de este, si no héroe, ejemplo para la sociedad.

Buliga Radu Ion -en Rumanía el apellido va antes que el nombre- es, sin lugar a duda, el hombre del que todo el mundo habla estos días en Grado, después de que el lunes este "asturiano-rumano" que vive prácticamente en la indigencia devolviese 2.100 euros que se encontró tirados en la calle. Una historia que recogió LA NUEVA ESPAÑA. "En ningún momento me plateé quedármelo", sentencia. "Yo caminaba para casa, y donde la oficina de Correos ( vi un sobre tirado en el que asomaba un billete de 50 euros. Lo cogí y, cuando vi el fajo de billetes que había dentro, casi me da un infarto. Empecé a temblar y, como no sabía qué hacer con ello y estaba al lado de casa, subí con el sobre. Allí estaba mi pareja y, obviamente, se lo comenté. Sin pensar un segundo, los dos coincidimos en que había que devolverlo", relata.

Sin tener muy claro cómo realizar la gestión, a Buliga se le ocurrió entonces acudir a Emilio López, el presidente de Cáritas. "Es una muy buena persona, que realiza un gran trabajo y en quien confío plenamente", añade.

El resto de la narración ya es conocida por todos: López los puso en conocimiento del jefe de la Policía Local, éste contactó con el banco y, entre todos, dieron con la propietaria del dinero. Con el código civil en la mano, a Buliga, por devolver el dinero, un total de 2.100 euros en 42 billetes de 50, que el protagonista no llegó ni a contar, le correspondían unos 106 euros. Como agradecimiento, la mujer le dio 120. "Y las gracias. Que me las dio, por lo menos, 20 veces", agrega sonriente.

"Por lo que decía la chica, ese dinero no era suyo, era de la empresa para la que trabaja. Lo único que me gustaría pedir a sus jefes es que esto no le suponga ningún problema. Es más, yo todavía tengo el dinero en mi casa, sin gastar. Por lo que si quieren que se lo devuelva, es suyo. Yo no lo hice para recibir nada a cambio", afirma el hombre, de 46 años recién cumplidos y criado a la región de Transilvania. "El carácter de los asturianos y sus paisajes se parecen a los de allí", asegura.

El dinero sigue sin tocar, entre otras cosas, porque ya tiene claro en qué lo invertirá: "Una nevera de segunda mano. Es lo que más falta nos hace. Ahora tenemos que dejar la comida en la ventana para que no se ponga mala", explica Buliga, actualmente en paro y que se ofrece para cualquier tipo de trabajo que le permita huir de la mendicidad. "Eso sí, lo más importante es la salud".

El orgullo de Las Palomas

"Enhorabuena. No sabes cuánto me alegro de que hayas sido tú. Yo no lo hubiera hecho. Pero tu sí". Pese a que al mediodía de ayer su cara y apellido todavía no habían trascendido, según se supo su historia Buliga no dejó de recibir felicitaciones en la cafetería donde atendió a este periódico.

"Gracias Pepe. Hice lo que hubiese hecho cualquiera que quiera dormir con la conciencia tranquila", replica el "héroe de Grado". "Es que yo, sólo de pensar en el mal momento que tenía que pasar la persona que se quedó sin el dinero... ¿Cómo me lo iba a quedar?", se pregunta Buliga, para quien la mejor limosna, a veces, no tiene forma de moneda: "En muchas ocasiones se agradece más que te pregunten cómo estás que el dinero".