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La burocracia, el botellón y la falta de relevo acaban con las romerías de Siero

La ausencia de transporte público a los pueblos resta asistencia, mientras que en el entorno urbano las fiestas gozan "de buena salud"

Romería de San Félix de Valdesoto el año pasado. M. N. M.

Organizar una fiesta "de prau" es cada vez más difícil, y muchas de ellas corren incluso peligro por diversos motivos, entre ellos la falta de relevo generacional, las trabas legales y burocráticas o el botellón. Muchas de ellas, no obstante, sobreviven gracias al empuje de sus directivas, y a una trayectoria que casi los obliga a mantener alto el listón.

El presidente de la comisión de fiestas de Santa Apolonia, Diego Nicieza, sostiene que organizar fiestas "está complicado", si bien no lo atribuye a problemas tan en boga como el botellón: "La pérdida del botellón no te va a echar abajo una fiesta. Una en la que la sociedad esté a cargo de la barra no hace gran mella", asegura.

A su juicio, lo más importante es el relevo generacional. Él tomó las riendas de la comisión el año pasado, consciente de que "los chavales no van a tirar por las fiestas". Dice que tiene "mucha suerte" porque tiene a muchos jóvenes que echan una mano, pero eso no significa que estén dispuestos a coger la asociación. "Por una parte no se ven capacitados para hacer frente a tanto papeleo, tantos permisos, tantas historias, y por otra, quieren emplear su tiempo con más libertad, quieren disfrutar. Es una pena que se pierdan las fiestas de prau, pero poco a poco van a ir a menos", opinó.

Por su parte, Héctor Díaz, presidente de la comisión de fiestas de San Félix, de Valdesoto, asegura que en su caso, el asunto del relevo generacional es lo más complicado, dada la idiosincrasia de la fiesta: "Hay que tener en cuenta que en Valdesoto el desfile de carrozas lo cambia todo, porque las peñas que hacen las carrozas tienen que tener su propio relevo, y es difícil encontrar relevo para todo".

Después está el asunto de la bebida, que cree que ha caído y no solo por el botellón. "La gente no puede conducir, y esto es un pueblo, no se puede venir en transporte público como a las de Lugones o la Pola, eso complica bastante las cosas", concluye.

Lugones, la otra cara

Si de algo pueden estar tranquilos los vecinos de Lugones es de la buena salud de sus fiestas. Tanto El Carbayu como Santa Isabel afirman tener asegurado el relevo generacional y, de momento, no están teniendo problemas con la financiación. Ser dos fechas de gran solera y el trabajo duro y riguroso de sus comisiones hace que tanto el público, como los empresarios y comerciantes locales depositen ciegamente su confianza en ellos.

Pese a que el viento es favorable para ambos festejos la cosa siempre podría ir mejor. Y en este sentido, los de Santa Isabel no dudan en señala al botellón como gran enemigo de las romerías.

Entienden que las circunstancias económicas pueden obligar a muchos a llevar su bebida de casa y no tienen previsto implantar medidas para evitarlo; pero sí apelan a la conciencia de los asistentes para tratar de ayudar a las fiestas. "Estamos poniendo una orquesta y un montaje gratis para todo el público. Si los 15.000 asistentes a la fiesta hiciesen una consumición en la barra para colaborar, los festejos serían aún mejores", afirma Óscar García Rilo, presidentes de la comisión.

Pese a ello, tanto los del centro de Lugones y los del Carbayu se reconocen "privilegiados" por el apoyo que reciben y se solidarizan con los compañeros de otras parroquias que están teniendo que abandonar las fiestas. Eso sí, si algo tienen claro es que el cóctel de su éxito tiene dos ingredientes principales: "Seriedad y trabajo".

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