El orbayo impidió la salida de la procesión del Corpus en Candás. Durante toda la mañana, las miradas se dirigieron al cielo, de donde caía una fina capa de agua de forma incesante. En torno a las doce y media, parecía que podía abrir. A las puertas de la iglesia de San Félix, algún optimista alzaba la mirada y decía: "parece que va a abrir". A su lado, un padre con su hijo sonreía y negaba.

Desde el interior, salían de vez en cuando miembros de las cofradías a comprobar qué ocurría. Movimientos de cabeza y vuelta al interior a informar. Un monaguillo salió a la plazoleta más tarde, estiró el brazo y abrió la palma de la mano para ver si de verdad llovía. Fina pero, a fin de cuentas, agua.

Los niños que este año hicieron la primera comunión esperaban en el atrio la decisión del párroco, José Manuel García, que salió del templo para decidir que finalmente no habría procesión, sustituida por una ceremonia con los chavales dentro de la iglesia.

En el exterior, vecinos y visitantes paseaban bajo sus paraguas por el recorrido de la procesión admirando el trabajo realizado durante la noche. Las calles Valdés Pumarino, Santolaya, Braulio Busto y la plaza de La Baragaña lucían sus mejores galas, decoradas a base de dibujos hechos con sal y arroz y plantas como la espadaña, el cenoyo y flores de hortensia, entre otros, con diversos mensajes y representaciones de la liturgia católica.

"¡Qué pena!", comentaban los paseantes, conscientes de que el esfuerzo realizado se quedaría en momentáneo disfrute sin cumplir el objetivo para el que fue realizado. Bajo los paraguas y con sus ropas de gala, los chavales se fueron sin su paseo protagonista.