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Luisina acicala al Cristo

Luisa Iglesias prepara la nueva peluca de la imagen candasina, de pelo natural: "Lo hago poco a poco; si hace sol, en el jardín; si no, en el salón"

Luisa Iglesias, trabajando en la peluca del Cristo de Candás. PEDRO PASCUAL

El Cristo de Candás ya tiene a punto una renovación de su peluca. El paso de los años han marcado la que luce la talla actualmente y se hace necesario un cambio y una reparación. La nueva cabellera del Cristo lleva meses en preparación a manos de una de las personas más cualificadas para ello en la villa. Luisa Iglesias, "Luisina la peluquera", se afana en su casa con un aparato de fabricación casera, hecho por su marido, para trenzar una cabellera de pelo natural que espera luzca el Cristo a partir de septiembre. "Hay que aprovechar cuando lo bajen para hacer el cambio, estando arriba es imposible", explica.

"La peluca actual es también de pelo natural", recuerda. Un pelo "donado por una estudiante que prometió cortar su melena si aprobaba el acceso a la carrera de la Universidad que pretendía estudiar". Lo consiguió y la estudiante cumplió la promesa, aunque "la chica lo pasó muy mal al verse sin aquella melena tan larga". Ha pasado un cuarto de siglo desde que aquella promesa y aquel aprobado se transformaron en el cabello del Cristo y toca renovación.

En este caso, el pelo ha sido comprado por 80 euros. De calidad, bien elegido y que cumple las necesidades para mantener el aspecto de siempre. "Lo voy haciendo poco a poco. Si hace sol, en el jardín. Si no, aquí, en el salón", comenta Luisina mientras sus manos expertas recorren los hilos trenzando sobre ellos el pelo. La peluca ya está casi a punto.

No es la primera peluca que Luisina hace para la iglesia. "Hice la de la Virgen del Rosario para Candás y quedó preciosa". No es la única: "también para Luanco, San Jorge de Heres (Gozón) y Ribadeo".

La experiencia le avala. Luisina pasó 50 años en la peluquería, desde que era una niña. Primero, siete en Turón, de donde es natural y donde se casó. Y otros 47 años en Candás, donde llegó con su marido, que trabajaba en Ensidesa. "Soy coreana", comenta entre risas al hablar de su origen, "pero me acogieron muy bien". En su peluquería de la calle Barceloneta pasó 43 años: "Por allí pasaron todas las mujeres de Candás". Y dejó un buen recuerdo, porque "las clientas eran como de la familia. Me comentaban muchos secretos porque sabían que de allí no salían". Aún se acuerda de los homenajes en su jubilación. Después de medio siglo al pie del cañón, por fin "me pude ir con mi marido de vacaciones", algo que no hizo en cincuenta años de trabajo. Y ahora, a ratos, se afana en dejar al Cristo bien peinado.

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