Celsa Granda Vega decidió hace 22 años dar un giro a su vida. Trabajaba en la radio y sentía que aquello no le llenaba. Entonces encontró una vocación: las manualidades. Había una gran demanda de estos trabajos y muchas áreas poco explotadas. Comenzó entonces a formarse en cestería y cuero, y en tan solo un año ya comenzaba a dar cursos en Asturias.
Su hija Elisa Diego tenía cinco años cuando ocurrió aquel cambio. Desde el primer día supo que el trabajo manual "era mejor que mirar la tele", y comenzó a practicarlo.
Celsa vive de las clases, sobre todo de cestería pero también de cuero, que da por toda Asturias. Nunca ha querido vender sus productos. "Yo no vendo, yo enseño", ha sido siempre su lema.
Pero ahora su hija ha irrumpido con una propuesta de la que no se ha podido sustraer. Elisa llevaba un año y medio en la ciudad alemana de Düsseldorf, trabajando y aprendiendo el idioma, y allí se dio cuenta de que los bolsos que hacían entre ella y su madre con mimbre y otros materiales (telas africanas, cuero...) tenían mucha aceptación. Decidió entonces lanzarse a una aventura empresarial. Tras formarse como emprendedora, ha comenzado a vender una amplia variedad de bolsos de calidad artesana, que son muy valorados en el país teutón -"allí la artesanía se aprecia mucho más que aquí"- donde espera comercializar la mayoría de su producción. "En Alemania apenas hay mercado de artesanos, y les encanta", sostiene.
La confluencia de las inquietudes de madre e hija ha dado como resultado un producto con denominación de origen -su taller de la Pola es donde los bolsos cobran forma- y que busca, ante todo, la calidad. "Podríamos hacerlo más barato, pero se trata de que se valore que todo está hecho aquí, y que le dedicamos las horas que se merece", explica Celsa. Abaratarlo con partes o materiales producidos en serie sería arrebatarle todo el sentido. Los bolsos están ahora en las redes sociales, y pronto en una página web. Y la aventura alemana está ya despegando para demostrar que Siero exporta calidad.
