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Carlos Prendes: "Salvo a los menores de 45 años, al resto los gano a todos"

El piragüista inauguró hace 50 años la nómina de los candasinos que acudieron y triunfaron en las Olimpiadas, aunque compitió por México

El piragüista olímpico Carlos Prendes, con su bicicleta. P. PASCUAL

"Candás, villa de olímpicos", dice el cartel a la entrada del pueblo. Y no es broma: diez son los vecinos que han participado en unos Juegos Olímpicos, pero sólo uno fue el primero y de forma poco habitual. Hace ya cincuenta años que Carlos Prendes abrió la nómina de olímpicos candasinos, pero no lo hizo como el resto, pues compitió representando a México. Tras la llamada del equipo azteca, recibió la del español, pero "vivía y comía allí, me pareció que debía competir con ellos". Ahora celebra las bodas de oro, pues hace cincuenta años que este piragüista participó en unos Juegos.

La charla con Carlos Prendes se desarrolla en el polideportivo de Candás. A sus 78 años recién cumplidos, acude todos los díasal gimnasio y se entrena para competir como veterano en diversas pruebas de atletismo: disco, martillo, jabalina, 100 y 200 libres... "Salvo a los menores de 40 o 45, les gano a todos", dice.

El deporte lo comenzó a practicar bien joven. "De pequeño era el tarao, el gordito, el rubín? no podía ser, me di cuenta de que tenía que cambiar", recuerda. Y para cambiar se dedicó al deporte, a cualquier deporte. "Hicimos un equipo de balonmano y entrenábamos en una calle de piedra. Llegábamos a casa como cristos. Los partidos los jugábamos en el instituto de Luanco".

También practicó fútbol en el Candás. Su padre era el presidente, "por eso me ficharon, pero yo no me daba cuenta. Era muy malo y muy burro, jugaba de portero y salía con todo".

"En la Escuela de Comercio de Gijón empecé en atletismo". Competía en jabalina, en disco y en lo que hiciese falta. Ante la lesión de un compañero, tuvo que correr el 4x100 en el campeonato de España. "Quedamos subcampeones".

Tras un paso por Francia, donde adelgazó 14 kilos "por la nostalgia", regresó a casa y probó otro deporte, el piragüismo. "El primer entrenamiento era montar y caer de la piragua", pero a base de trabajo "quedamos segundos en el Campeonato de Asturias. Al acabar la carrera nos avisaron de que usábamos la pala al revés".

El amor le llevo a México, donde se casó. En año y medio de mili, "nos escribimos más de 400 cartas, todavía las conservo". Y en México, donde casi no había piragüismo, "organizaban las Olimpiadas y querían presentar equipo en todo". Era el mayor de todos, pero consiguió plaza. "Eran casi todos alemanes y me intentaron hacer una putada para dejarme fuera, pero me clasifiqué". Antes de los Juegos, representó al país azteca en el mundial de Berlín. "El equipo pasó en autobús, pero yo era español y se celebraba en el Este. Pasé a pie. Ibas con miedo". Y al año siguiente, compitió en el Campeonato de América, en Canadá: "Era el mayor, con 27 años, casado; me respetaban. Quedé segundo en K2 con Roberto Heinz. Y campeones en K4, no lo creíamos, habíamos ganado a Estados Unidos".

"En 1972 regreso a España y vuelvo a remar con Lolo Piqueiras. Seguimos siendo amigos, aunque a veces remábamos enfadados", recuerda. Con Lolo logró un Campeonato de Asturias y un sexto puesto en el Sella que nadie se creía. "Ni mi hermano puso el anuncio de que había quedado sexto en el escaparate de la carnicería, decía que era imposible".

En 2011, Carlos volvió a nacer. Tres meses en el hospital, "nadie daba un duro por mí". Pero si algo tiene claro es que "hay que morir después de la raya". Y para esa meta, hay mucho por competir.

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