Al polivalente de La Baragaña van llegando poco a poco alumnos. Mezclados con los profesores, no se sabe quién es quién en los corrillos que se forman ante el edificio. Tras cuatro horas de clase por la mañana, los asistentes al curso de improvisación de la Semana del Jazz, patrocinada por LA NUEVA ESPAÑA, han ido a comer y vuelven lentamente, muchos de ellos saboreando un helado, al centro de estudio. Por la mañana han trabajado cada uno con su instrumento habitual, con los profesores. La tarde es otra cosa. Son dos horas de música en grupo.

El músico berciano Gio Yáñez es el profesor en uno de los grupos de la tarde. Llega, saluda muy amistosamente y se sienta al piano. No hay un inicio de clase. Los demás van llegando y cogen sus instrumentos. Empezó el piano y un instrumento de los aborígenes australianos llamado didjeridoo, que toca Ramón Garreta. No hay una orden de inicio, pero todos se van incorporando al combo y la música comienza a fluir. Lo que parecía deslabazado va adquiriendo cuerpo.

"Por las mañanas estamos en el curso con nuestros instrumentos, pero ahora por la tarde nos vamos por grupos, formamos un combo para empezar a tocar", explica el pianista Ramón Garreta, que ha venido desde Tarragona con Jesús Vidal en una autocaravana. "No conocíamos este festival ni este curso. Nos enteramos hace dos semanas y para aquí nos vinimos", comenta. Instalados en un camping, afirman que el curso "está muy bien, viene gente de todas partes, hay músicos muy buenos".

Metidos en el tema, Jesús Vidal asegura que "improvisar requiere muchos conocimientos. Es el fruto del trabajo de muchos años". En el curso van aprendiendo y practicando. "Se combina el instrumento y las actuaciones con otro tipo de conferencias y actividades, es muy ameno y muy interesante", comenta. Los dos músicos tarraconenses destacan que "en el curso hay profesores muy buenos".

En la sala llama la atención Garreta con su didjeridoo. Tras deletrear bien la palabra, explica que es "un instrumento que tocan los aborígenes australianos. Tiene 40.000 años de historia". Incluso el didjeridoo se acopla al combo para empezar a dar ritmo.

Se encuentran a gusto en Candás, aunque "aquí llueve 200 días al año. Pero bueno, por eso está tan verde y tan bonito".

Además de las clases y los talleres, los alumnos del curso van ofreciendo actuaciones por algunos locales de la villa y les encanta la respuesta que están obteniendo de los candasinos. "Ayer vino un trío de swing, con saxo, guitarra y clarinete, y la gente estaba en el bar bailando. Eso se agradece". Será un recuerdo más que se lleven de su paso por Candás. En dos días tocará regresar al Mediterráneo.