Dice el refrán que "uno no es de donde nace, sino de donde pace", y, en este sentido, Aurelio Viña era un sierense más. Nacido en El Entrego (San Martín del Rey Aurelio), y tras más de tres décadas por España vinculado a la Iglesia Castrense, a mediados de los años 90 se afincó junto a su hermana en El Berrón y comenzó a colaborar con la labor pastoral de parroquias sierenses como San Esteban de Aramil, Santa Cruz de Marcenado y la de San Pedro Apóstol de Pola de Siero, en las que logró hacerse con el cariño de los feligreses. El cura falleció el viernes en el Centro Médico de Oviedo, donde estaba ingresado por su delicado estado de salud. Ayer fue despedido en un funeral en la Pola y, posteriormente, recibió sepultura en el cementerio parroquial.

Su "bondad", "trato cercano" y "cariño" hicieron que Viña se granjeara el respeto y el afecto de todas las parroquias por las que pasó y a las que estuvo vinculado hasta finales de 2015, momento en el que se trasladó a Gijón y siguió colaborando con la parroquia de San José.

Pese a su marcha a la capital de la Costa Verde, Viña siguió manteniendo relación con Siero. De hecho, durante el homenaje que le rindieron sus feligreses ante su traslado, lo advirtió: "No pienso desvincularme de la Pola porque os llevo en el corazón". Y así fue. Ejerció como confesor de la Comunidad de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Pola de Siero, por expreso deseo de las propias religiosas, y también siguió vinculado, en la medida de lo posible, a Cáritas.

Viña se ordenó sacerdote en mayo de 1954. Tras un breve paso como coadjutor en Santa María de Muros de Nalón, en 1955 pasó a servir en el Vicariato General Castrense de España, con el que recorrió toda España acompañando a los ejércitos de tierra, mar y aire. En 1990 pasó a desempeñar funciones en la diócesis ovetense, que le llevaron a La Felguera y a Gijón. Tras jubilarse a mediados de los 90, se estableció junto a su hermana en El Berrón y comenzó a colaborar con parroquias sierenses.