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La Iglesia cierra en Noreña

"Da pena, porque son muchos años; nos va a cambiar la vida", dicen Julio y Emilia Castaño tras pasar cuatro décadas al frente del popular bar

Por la izquierda, Tino Olay, Julio y Emilia Castaño y Pedro Nuño, ayer, en el bar. MARIOLA MENÉNDEZ

El bar La Iglesia, de Noreña, echa el cierre. Los hermanos Julio y Emilia Castaño Cuesta se despiden hoy de sus clientes. Será el último día detrás la barra y de una andadura que inició su padre hace 41 años, cuando abrió la puerta en enero de 1977. Era Ovidio Castaño, ya fallecido, y de los fogones se encargaba su esposa, Celsa Cuesta, que hasta hace poco siguió al mando de la cocina hasta que le dio el relevo a su hija. Al fundador le sucedió tras la barra su otro hijo, Janel, pero se retiró de ella por problemas de salud. Fue cuando Julio se quedó sin trabajo y vio en el bar familiar una oportunidad.

"Da pena, porque son muchos años. Nos va a cambiar la vida", reconocen los dos hermanos que hasta ahora han estado al frente. Pero al quedar ellos solos y que el negocio no pasa por sus mejores momentos, han decidido cerrar, aunque admiten que la decisión no ha sido fácil de tomar.

Con los clientes habituales habían formado casi una pequeña familia. Pedro Nuño Junquera no necesita pedir el café porque Julio sabe de sobra cómo le gusta. También sabe que a Tino Olay Álvarez hay que ponerle su pincho y una botella de agua. "La gente que viene todos los días, siempre pide lo mismo. Así que los clientes habituales ya no me lo piden. Nada más que los ves, ya lo sabes", explica el hostelero.

"Me da muchísima pena que cierren porque son muchos años y era una parada obligatoria", argumenta Tino Olay. Tal es el trato cercano, que vio "crecer a los hijos y tenemos mucha amistad". Recuerda que aquí se celebraban muchas espichas y reuniones. No olvida lo sabrosa que le salía la tortilla a Celsa Cuesta, aunque también le gusta la de su hija Emilia.

A Pedro Nuño Junquera la noticia le pilla por sorpresa y se la da LA NUEVA ESPAÑA. "Sí me da pena porque es muy antiguo ¡Vaya por Dios!". Destaca que es un "bar tranquilo" y el trato que recibe.

"Da pena, porque son muchos años y vamos a notar el cambio", apunta Emilia Castaño. Recuerda los tiempos de mayor ajetreo, cuando su hermano asaba costillas y el bar se llenaba de gente a disfrutar de su comida casera, otra seña de identidad. Los maratones de sidra también fueron muy populares.

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